Instantes que giran
Antonio Praena
Antonio Praena entrevista a Rafael Guillén, uno de los poetas granadinos más cercanos, contemporáneamente, a los poetas homenajeados en ‘Palabras para un tiempo de silencio’.
–¿Cree que existe una verdadera relación entre su obra poética y el resto, o alguno, de los autores de la Generación del 50?
–Dentro de esta generación, hay estudiosos e historiadores que me adscriben a la tendencia que denominan “del conocimiento”, en la que sitúan a Claudio Rodríguez, José Ángel Valente o Francisco Brines, por ejemplo. Curiosamente, en la poética que figura al frente de mis poemas en la Antología de la actual poesía granadina, editada por “Veleta al Sur” en 1957 (antes, pues, de que apareciese estudio alguno sobre dicha generación), digo que “la poesía nace del conocimiento y del asombro”. O sea, que creo que, desde mi comienzo, puede existir relación con esa tendencia. Otra línea, por ejemplo, la de Gil de Biedma o Goytisolo, continuó insistiendo en problemas sociales o cotidianos y cultivó un lenguaje coloquial.
–¿Cree que existen realmente rasgos comunes entre los poetas de la Generación del 50? ¿Cuál sería su aportación, en todo caso?
– La posguerra dejó su sello impreso en la literatura, como en cualquier otra actividad, intelectual, física o de cualquier orden. Un sello hecho de opresión, recelo y falta de libertad que en los autores, inevitablemente, se tradujo en autocensura. Tiempo de silencio, en efecto. Yo mismo tuve que publicar mi libro El gesto en Buenos Aires al ser censurado aquí uno de sus poemas. Este enrarecido clima, tan palpable en la llamada “Poesía social” y, naturalmente, en la posterior Generación del 50, creó con el paso de los años una situación que indujo a que se viesen muy difuminados los rasgos comunes. Parte de los temas se orientaron a expresar sentimientos relacionados con el mundo interior del poeta y la indagación en temas esenciales, y parte continuó más atenta, con matices, al devenir cotidiano y a la sociedad en la que estaba inmerso, como ya apunté en la anterior pregunta.
¿Cuál ha sido la evolución de su poesía desde aquel encuentro, visto con una perspectiva amplia?
–A grandes rasgos, tras unos primeros libros con las influencias e incertidumbres propias de la juventud, ya en la década de los 60 di comienzo al ciclo que podría llamarse de “los gestos”. Tres entregas que profundizan en las relaciones Hombre-Dios, Hombre-Sociedad y Hombre-consigo mismo. En los años 70 inicio un nuevo ciclo, que no reanudo hasta comienzos de los 90, pues motivos más inmediatos, ocasional o emocionalmente, requieren mi atención. Este ciclo será el que ha persistido hasta la actualidad. Se compone de cuatro libros basados en la teoría de la relatividad: tiempo, materia, espacio y movimiento. En 2013 han aparecido en un solo volumen, en edición de Jenaro Talens, bajo el título El otro lado de la niebla (Editados por Siglo veintiuno dentro de su colección Salto de página). Finalmente, y tras la aparición de mis Obras Completas, sólo he publicado Balada en tres tiempos para saxofón y frases coloquiales. (Edit. Visor, 2014). El proceso de creación de cada uno de mis libros puede durar seis o siete años. Excepcionalmente, uno duró doce y otro un mes. También me sobreviene lo que llamo “período de barbecho” que pueden durar años. La tierra tiene que descansar, nutrirse y esponjarse.
–En el momento de la celebración de aquel encuentro, los años 80, Granada estaba en plena ebullición poética. Como parte de la misma y como uno de los más importantes poetas granadinos, cuál cree que es la aportación de su obra que más ha trascendido.
–Sin duda, el último ciclo. Basado en él, amén de la edición de Jenaro Talens, se ha desarrollado recientemente un seminario en la Universidad de Cádiz en el que han participado profesores de universidades española y extranjeras. Sus conferencias y estudios han sido recogidos, junto a otros expresamente solicitados por el profesor José Jurado Morales, en el libro ‘Naturaleza de lo invisible (La poesía de Rafael Guillén)’ editado por Visor en 2016, en su colección Biblioteca Filológica Hispana. También yo mismo he dado numerosas conferencias y entrevistas.
–¿Qué esperaba de la poesía el Rafael Guillén de 1985 y qué busca hoy en ella el Rafael Guillén de 2019?

–“No sé qué espero ni por qué. Es el modo de reclamar mi parte de aventura”, dije por aquellos años. Y a estas alturas ya (esta semana da comienzo mi escalada hacia los ochenta y siete años) comprenderá que no es mucho lo que puedo buscar. Siguiendo la teoría del tiempo circular, he vuelto a los poemas de amor de mis primeros libros; aunque ya participando de la idea que me impulsó a abordar la relatividad. La poesía actual –y lo vengo repitiendo en charlas y publicaciones– ha perdido el paso con respecto a la ciencia y a los adelantos de la técnica; no ha seguido el ritmo de sus descubrimientos, consolidados en este nuevo siglo XXI; que es además un nuevo milenio. Mi propuesta es que los temas, cualquiera, estén impregnados, reflejen estos descubrimientos; aunque no los aborden directamente. A mí me han interesado los relativos a la física. Asuntos como los universos paralelos, el principio de incertidumbre, la teoría del espectador, el efecto mariposa, los tiempos simultáneos, etc. son tremendamente poéticos. En cuanto al progreso de la técnica, ¿hay algo más poético que ver en una pantallita, en tiempo real, a una persona amada que se halla a cinco mil kilómetros de distancia?
–¿Percibe algún cambio en la relación e influencia entre generaciones de poetas de aquel tiempo y los de ahora?
–Es poco el cambio que percibo, aunque habrá que esperar cincuenta años para ver si éste se ha producido. De todos modos, observo cierta desorientación. Hay un cierto barullo; salvando siempre las habituales excepciones.