Olvidos de Granada nº 13

Jesús Ortega · Álex Chico · Ernesto Pérez Zúñiga · Trinidad Gan · José María Pérez Zúñiga · Javier Benítez · Javier Lorenzo · Ramón Repiso · Marga Blanco · Alfonso Salazar · Juan Carlos Friebe ·Ignacio López de Aberasturi · Luis Melgarejo · Juan Carlos Abril ·Carmen Martín Granados ·Milena Rodríguez · Gracia Morales · Nieves Chillón · Antonio Praena

Gloria Fuertes, semblanza de poeta

Nieves Chillón

He conocido a Gloria Fuertes no en la niñez, sino en mi etapa adulta, cuando he indagado sobre las distintas autoras de las generaciones poéticas anteriores que, o bien nunca, o bien de forma marginal fueron incluidas en las antologías oficiales y que, por lo tanto, no aparecían en el canon académico oficial que yo, como profesora de lengua y literatura, debo enseñar en secundaria.

En esta búsqueda de textos y nombres y también en la participación/preparación de algún taller de literatura feminista, Gloria Fuertes se me ha ido descubriendo en toda su sincera inmensidad.

Es compleja la tarea de redactar una semblanza de una autora de vida tan sencilla como intensa y dueña de sí misma, tan ‘empoderada’, tan vocacional. La misma Gloria Fuertes con su voz ronca y mirada apacible leía su poema “Nota autobiográfica” (en Antología y poemas del suburbio, 1954) para resumir su infancia y juventud: “Gloria Fuertes nació en Madrid/a los dos días de edad,/pues fue muy laborioso el parto de mi madre/que si se descuida muere por vivirme./A los tres años ya sabía leer/y a los seis ya sabía mis labores […] “A los quince se murió mi madre, se fue cuando más falta me hacía./Aprendí a regatear en las tiendas […]” También en el mismo poema añade con ironía una alusión al lugar marginal que sabe ocupa dentro del panorama literario oficial: “He publicado versos en todos los calendarios,/escribo en un periódico de niños,/y quiero comprarme a plazos una flor natural/como las que le dan a Pemán algunas veces”.

Quizá también exista en Gloria Fuertes un sentimiento de inferioridad por carecer de formación universitaria. Fuertes no fue a la universidad como alumna sino como profesora ya que a principio de la década de los sesenta recibiría una beca Fullbright para dar clase en varias universidades americanas -Bucknell, Mary Baldwin y Bryn Mawr-. Antes de esto, la niña humilde, pero de precoz vocación literaria, había asistido a varios colegios y seguido al principio el consejo de su madre de estudiar Taquigrafía y Mecanografía, e Higiene y Puericultura. Sin embargo, finalmente se matriculó en Gramática y Literatura, demostrando que tenía muy claro cómo quería dirigir su futuro hacia la escritura y las letras (en 1932 con catorce años publicaría un primer poema, y tres años después su primer libro de poesía, Isla ignorada, al que seguirían innumerables poemarios, antologías, textos dramáticos, artículos y colaboraciones en revistas, premios, programas de televisión… en definitiva una dilatadísima carrera literaria con obras para público infantil y adulto, aunque esta última faceta no ha sido todavía suficientemente reconocida).

Y es que Gloria, como también señala en su conocido poema ‘Nací para poeta o para muerto’ (en Ni tiro, ni veneno, ni navaja, 1965), escogió casi siempre lo más difícil: ser poeta en la España de los cincuenta, sesenta y setenta, cuando ser poeta era un oficio de hombres, porque aquella era una España de hombres -las mujeres sufrieron en la posguerra y mucho tiempo después la pesada losa del franquismo y su concepción ultraconservadora de mujer-ángel del hogar, madre, esposa, desprovista de otros horizontes que no fueran la crianza y las labores, y ajena a los espacios públicos-. Por supuesto, una poeta frente a un público de hombres -oyentes, compradores y críticos literarios- que en general eran reacios a una mujer poeta tan independiente, emancipada, que se resistía a encajar ni en un concepto de feminidad impuesto por el régimen ni en los presupuestos de una literatura femenina estereotipada.

Por otra parte, tampoco es fácil escribir para un público tan sincero, tan impaciente -crítico, urgente- y siempre eterno como son los niños y niñas. Su poesía divertida es también profunda, reivindicativa, en definitiva, una poesía del descubrimiento para una infancia que se convertirá después en el lector adulto siempre fiel a esos poemas de valores bondadosos, rimas ocurrentes y desobedientes tan propias de la autora.

Si observamos con detenimiento lo escrito arriba, podremos deducir con cierta claridad algunas de las razones por las cuales Gloria Fuertes fue ‘alejada’ del público adulto, el público ‘serio’. No solo sus costumbres o su postura vital se alejaban de lo establecido -lesbiana, feminista, antibelicista-. También lo hacía su conciencia política, de izquierdas, reivindicativa hasta donde la censura lo permitía. Gran parte de su poesía es contestataria, contraria a la moral mojigata y las hipocresías de la religión: “[…] los que echáis un borrón de tinta sobre la estampa de una muchacha/con los senos al aire;/mis religiosos murmuradores,/dejad de tener vuestro ganchillo de censuras./Oh mis venenosas y dulces viejecitas beatas,/ya tenéis edad para comprender” (Poema ‘Dios está desnudo’, de Todo asusta, 1968). En definitiva, es posible que pagara con su vida (literaria), siendo desterrada de la literatura seria, cuestión que ella irónicamente ya señalaba: “pronunciar ciertas frases/decir ciertas palabras,/exponerte a que un día te borren de la nómina…”.

Como he dicho al principio de estas líneas, la persona y la poesía de Gloria Fuertes se me han ido descubriendo poco a poco, como quien se acerca al mar, en su sencillez y grandeza. Me reconozco en su marginalidad a veces deseada a veces deseante -válgame la alusión al poemario juanramoniano-, en su deseo de justicia poética y mundana a través de una obra con una carga crítica cada vez menos amordazada.

Concluyo estas líneas reflexionando sobre lo urgente -y obligatorio- de una revisión del canon ‘oficial’ de poetas en la España del siglo XX. Gloria Fuertes, como tantas otras, fue en cierto modo una represaliada literaria que quedó relegada a un segundo plano, entre otras cuestiones, por su condición de mujer. Por el contrario, ella nunca se apartó de lo que consideraba su ‘obligación’ como escritora. No nos apartemos nosotros de la nuestra.

 Hago versos señores, hago versos,
pero no me gusta que me llamen poetisa,
me gusta el vino como a los albañiles
y tengo una asistenta que habla sola.
Este mundo resulta divertido,
pasan cosas señores que no expongo,
se dan casos, aunque nunca se dan casas
a los pobres que no pueden dar traspaso.
Sigue habiendo solteras con su perro,
sigue habiendo casados con querida
a los déspotas duros nadie les dice nada,
y leemos que hay muertos y pasamos la hoja,
y nos pisan el cuello y nadie se levanta,
y nos odia la gente y decimos: ¡la vida!
Esto pasa señores y yo debo decirlo.

Gloria Fuertes, de Todo asusta, 1958

Comparte

Deja un comentario