Diario de un patio andaluz: 14, Eurocopa

Javier Ruiz Barquín

Día 4/24

           

Xavi Simmons no juega centrado. En banda no es el jugador que me deslumbró en la eliminatoria de Champions contra el Madrid. El comentarista dice cosas con poco interés sobre Holanda y Países Bajos y sobre el juego de Holanda, como si no tuviéramos memoria, como si no los hubiéramos visto. Cuando era un niño, niño, iba con Holanda. Cruyff y Neeskens eran irresistibles. Mis primeros recuerdos de partidos de fútbol son del Mundial del 74. Mi primer mal rato fue la final contra Alemania. Nada que ver la calidad de aquellos equipos con estos holandeses. Gakpo lo intenta y Memphis promete y no lo logra como casi siempre. Qué gran jugador sería si lograra lo que sólo él imagina que puede hacer. (Aunque en alguna extraña ocasión lo logra y es espectacular). No juega Lewandowski y Polonia lo nota mucho, pero aún así, no le pierde la cara al partido. Al final, me despierto y han ganado los holandeses.

Veo el Dinamarca – Eslovenia mientras leo a Naipaul. Los daneses —y los eslovenos— fallan pases fáciles, de pocos metros, de darle con el interior y dejársela a un compañero para que te la devuelva y tú a otro y así se juega el fútbol. Da igual que los periodistas hagan malabares sobre si hemos cambiado el modelo de juego o si De la Fuente les cae bien y Luis Enrique no o qué pensarán Tebas, Florentino y a quién tienen que agradar. Si Pedri falla un pase de esos, no duerme por la noche. Pero no es sólo Pedri, es Rodri, es Nico o es Morata. Tendrían pesadillas si fallaran una cosa así. Hasta Nacho miraría al suelo y movería disgustado la cabeza, como si su cuarto hijo hubiera sido expulsado de un aula por decir algo más fuerte que “chispas”. Es la cultura del pase y eso no se discute. Estos chavales crecieron viendo como Iniesta se la daba a Silva y como Puyol ponía el interior para que Xabi Alonso o Busquets la recibieran perfilados y la tocaran. Eso no se puede discutir porque es la cultura del país. Como la de los yugoslavos es parecer mejores de lo que son o la de los ingleses decir que son mejores y no serlo. Leo a Naipaul y cuanto más sé sobre la India más entiendo la dimensión del expolio, los crímenes, el saqueo y la enormidad de las barbaridades que cometieron los ingleses en casi doscientos años de ocupación. Bellingham me cae bien pero ay, es inglés. (En Eslovenia no juegan ni Doncic ni Pogacar, así no hay manera).

Todos los partidos son a muerte. Aquí no hay temporada regular y playoffs. El primer día me olvidé de decir que hay algo que odio más que hacer la ola en un campo de fútbol o cantar “sí se puede”: imitar los modelos norteamericanos en el deporte. ¿Hay algo peor? Ochenta partidos de NBA al tuntún para jugárselo todo en los últimos veinte. Todo el año viendo tíos pasearse por una cancha sin estrategia, sin defensa, sin intensidad. Es como si el trofeo Los Cármenes durara ocho meses. Aquí no, los daneses y los eslovenos no juegan bien, pero tienen intensidad y disputan cada balón. Dejan destellos de calidad en algunas jugadas: Eriksen en Dinamarca, Šeško en Eslovenia. Me despisto más de la cuenta y empatan los eslovenos. Acabo el capítulo de Lucknow y entiendo un poquito cómo afectó a las familias la Partición de la India y el dolor que supuso, más allá de las guerras y las muertes.

Me voy a trabajar. Mañana acabo lo del Inglaterra – Serbia.

Es lunes: you don’t hate mondays, you hate capitalism.

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