Diario de un patio andaluz: 14, Eurocopa

Javier Ruiz Barquín

Día 11/24

Veo una flor de jazmín en el suelo. Cinco pétalos, blancos. Carmina recogía puñados de flores de jazmín en Otura, en la casa de Elena y se las traíamos a mi madre que las ponía en un cuenco en su mesita de noche porque espantaban a los mosquitos. 

Alemania sale con la misma alineación que en los dos partidos anteriores y juegan dominando pero los extremos empiezan cambiados hoy y Wirtz juega por la izquierda. Suiza es un equipo bien trabajado con al menos tres jugadores de primerísimo nivel: Sommer, Akanji y Xhaka. Los eliminamos hace tres años en los penaltis y es el típico equipo que en un día regular te gana sin problemas. A Alemania le pasa lo que nos puede pasar cualquier día a nosotros, que juegas bien pero no marcas y te pillan en una contra y tienes un problema. El problema alemán era obvio: octavos contra Italia y cuartos contra Inglaterra. Yo también hubiera preferido tener sólo a España hasta semis. Alemania lo intenta una y otra vez y Kroos maneja el partido pero, quizás, no tiene la autoridad en la selección que tiene en el Madrid. Hay balones que se juegan los centrales en largo teniéndolo al lado, hay paredes que no le devuelve Gundogan, esos detalles que benefician al equipo y lo encumbran a él y que aquí no se dan. Suiza no tiene tanto balón pero tiene más peligro en las contras. 

Me siento en el escalón de la puerta de la cocina. Tengo una hortensia a cada lado. La grande, a la derecha, está imponente con sus flores rosa oscuro, ¿magenta? Juan P. me dice que debería saber especificar el nombre de los verdes del patio, de este diario, y lleva razón. Ese saber es el mismo del que habla Jenny Odell en “Cómo no hacer nada”. Ser capaz de nombrar nuestro entorno natural, los insectos, los pájaros, las hierbas silvestres, los árboles de nuestro barrio, de nuestro pueblo. Viene Anjana e intenta lamerme la cara. Le doy un beso en la cabeza y la alejo unos centímetros. Me lame los brazos. Se va y viene Milan que se deja caer sobre mis pies. Miro las parras, que necesitan que las guíe y que están llenísimas de uvas que espero probar este año si los gorriones me dejan alguna. La bignonia asoma por encima del emparrado con racimos de flores rosa pálido. Estoy sentado en el escalón, casi en el suelo, en la puerta de la casa, y pienso en cuando iba a Tanos con 20, 30, 40 años y veía a mis tíos, a mis tías, sentados en la puerta de la casa de la tía Tere. Alegres, tranquilos, siempre generosos y divertidos. Unos días estaban unos y otros días aparecían otros primos, primas, tíos o amigos. La tertulia cada día era diferente. Yo llegaba y por un rato era partícipe de aquella familia lejana que era mi familia también. 

Cuando faltan unos quince minutos, y yo ya me estoy durmiendo, Nagelsmann quita a los dos extremos y mete a Sané y a Füllkrug. Supongo que es un cambio lógico pero no acabo de entender cómo quita a todo su talento del campo. Llamadme loco pero el Madrid necesitaría más, o jugaría mejor, con Füllkrug (o con Lukaku) el año que viene que con Rodrygo. Lo necesita casi tanto como el Granada necesita un CEO al servicio del club, inteligente, honesto y, a ser posible, que no sea nazi. Cuando me estoy lavando los dientes para acostarme y para despertarme un poco y ver el final, marca Suiza en una contra. Pero el VAR nos deja sin felicidad, sin castillos en el aire, y lo anula. Y los alemanes hacen lo que han hecho un millón de veces en un millón de partidos: centran al área a un tipo grandote y malencarado que sabe cabecear balones a la portería. Adiós a los planes de tener a Alemania fuera de nuestra parte del cuadro. Lo bueno: contra Alemania no tenemos presión, ellos son los favoritos y los que están obligados a ganar (y juegan parecido a nosotros, no se nos van a encerrar). Lo malo: cualquier tercero en esta Eurocopa nos puede ganar el cruce de octavos porque no tenemos a Villa y, en esta vida y en el fútbol, lo normal es perder. Como se pierden los mundos que tenemos en el recuerdo.

Hoy es San Juan, el día más triste del año.

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