Diario de un patio andaluz: 14, Eurocopa

Javier Ruiz Barquín

Día 24/31

“Sobre todo no estoy preocupado por la poesía.
Me ocupo de la guerra, y de la pena de la guerra.
La poesía está en la pena.”
W. Owen.

Un gorrión llega al comedero, picotea un poco, baja al estanquito, bebe y se va. Ganamos: todo parte de ahí. Nada de lo que escriba o piense escapa de esa premisa. Si el cabezazo de Merino se hubiera ido al larguero y hubiera salido disparado hacia el cielo de Stuttgart, si Joselu o Nacho hubieran fallado el quinto penalti, nada de lo que dijera ahora sería igual. Vivimos colgando de un hilo para las cosas importantes, para los análisis médicos, para perder o ganar un trabajo, para entrar o salir de la autovía un poco antes que ese audi con narco que hoy va pasado de vueltas y se va a llevar a alguno de nosotros por delante; igual con el fútbol: son detalles y no tener mala suerte. ¿Cuáles son las diferencias entre las Alemania y España de ayer? Poquísimas. Vamos a comer a Las Terrazas al volver de trabajar. Es uno de mis no-place favoritos aunque ayer había bastante gente, demasiada para mi gusto. Obreros buscando un plato de comida casera y turistas que paran en el bar de carretera que también es. La otra vez que vine volvía del hospital y M. estaba todavía en Pune y era domingo y no había nadie. Los macarrones son caseros y es justo lo que estoy buscando. Llego a casa, pongo el aire acondicionado, siesta, escribir: España sale con los de siempre. Casi en el primer minuto, Morata deja solo a Pedri que tira flojo, mal. Poco después Kroos le hace una entrada a Pedri de las que sólo hace algunas noches a partir de abril con la mala suerte de que lo lesiona. El árbitro es experto en estas lides y no le va a sacar tarjeta al mediocentro del equipo de casa salvo que salpique la sangre. Sale Olmo que tiene un nivel parecido al mejor Pedri. Los dos equipos defienden peor que atacan, nosotros tenemos a Carvajal y ellos a Rudiger y poco más. Si el nivel actual de Kimmich es el visto en la Euro, ojalá lo fiche el Barça. O no, que la Liga tiene que tener algún interés. Alemania juega más duro que en los partidos anteriores y eso es una muestra de respeto. Musiala aparece menos que Lamine y Nico, y Sané hace uno de esos partidos en los que se justifican sus suplencias. En el descanso, De la Fuente cubre el riesgo de jugar con un central con tarjeta y sale Nacho. Nagelsmann pone, por desgracia, a Wirtz que probablemente es el mejor alemán en el partido. Marca España y entramos en otro escenario: ¿qué hacer? Porque no somos un equipo pensado para ir ganando contra rivales grandes. No tenemos un plan para esa situación. ¿Por qué España no tiene un par de sistemas defensivos trabajados y ajustados? ¿Por qué ayer no cambiamos al 442 o al 433 para tener menos vértigo y controlar más el juego, el partido? De la Fuente muestra sus carencias y hace unos cambios extraños en los que deja al equipo en tierra de nadie. Wirtz aparece cada vez más y Alemania empuja y disputa cada balón como si fuera el último y qué estábamos pensando, ¿que iba a ser fácil? Cuando marca Wirtz —qué pesadilla—, el horizonte se llena de tormentas y en la memoria aparecen noches como esta: Joaquín en Corea, Raúl contra Francia, la espesura belga en México, tantos días, tantas vidas. Pero si los alemanes tienen a Wirtz, nosotros tenemos a Dani Olmo. Y a Carvajal, que despliega todas sus buenas y malas artes durante la prórroga y las estira tanto que, cuando ya sabe que no juega las semis, acaba expulsado pero sabiendo que el trabajo, su trabajo, está hecho. Vamos a echarlo de menos, aunque el juvenil que es Navas, también da garantías. Dani Olmo acapara el juego sabiendo, él y los demás, que es nuestro hombre. En un centro milagroso, Merino dibuja en el aire un póster de cómo hay que rematar de cabeza. Gol. Qué alegría. Una alegría de esas chicas, de esas que crees que nunca van a pasar pero sí y ya sé que es fútbol pero qué bien.

Paseamos a Milan y al volver ya están jugando Portugal y Francia. Voy con Portugal por dos motivos claros y nada kantianos: no quiero de rival a Francia y con Deschamps no hay manera de ser afrancesado. Vitinha no se basta para desmontar el fuerte francés. Quizás poner ciento veinte minutos a un delantero de cuarenta años no es lo más inteligente. Quizás que falle el penalti el que todos pensábamos que lo iba a fallar significa algo. ¿Francia no tiene centrocampistas que sepan jugar además de defender? Camavinga lo hace en el Madrid: no es Kroos ni Pedri, pero sabe jugar. Algo más podrían ofrecer. Pero esta Francia sólo quiere ganar. Leo hoy que lleva más de diez años sin perder un partido en los noventa minutos en un campeonato, ¿por qué van a cambiar? ¿qué significan la belleza y la diversión si vuelven a estar en semis? Portugal podía acabar perdiendo en un fallo defensivo de Joao Cancelo o en un penalti fallado de Joao Felix. A veces, el destino, no por sabido es menos cruel. 

Comparte

Deja un comentario