Diario de un patio andaluz: 14, Eurocopa

Javier Ruiz Barquín

Día 22/31

Escribo un texto absurdo, a salto de mata, después de fregar la librería, un poco antes del partido: cuando pillo. Si no se vende, hay que fregar, mirar las luces, comprobar los escaparates, las mesas, ¿están bien puestos los horarios? Normalmente no sirve de nada porque las causas suelen ser más profundas pero es lo único que está en mi mano hacer. ¿Cómo será vivir sin estar pendiente del dinero todo el rato, todo el tiempo? Sin mirar las cuentas bancarias cada mañana, sin temer al fin de mes. Oigo a Glenn Hansard mientras friego y recuerdo los primeros años cuando todavía fregaba la librería todas las mañanas, como si fuera un bar, como si fuera la Burbuja, y todavía bebía y fregaba oyendo el “Agila” y con mal cuerpo. He soñado con un hermano que ya está muerto. Am. y yo hablábamos con él sobre el concierto de los Planetas. Las edades de todos no concordaban y la conversación era amable y tranquila y ha sido bonito volver a estar junto a él. Hoy cumpliría sesenta y seis años otro hermano que también está muerto. Él me llamaría después del partido para comentarlo y hablaríamos un poco aunque no me guste hablar después de las derrotas y, quizás, tampoco después de las victorias. Pero, joder, cómo me gustaría hablarlo con él. Francia juega a lo que siempre creo que juega mientras trabajo en la librería. Escucho lo que puedo y de repente marcan un gol y ganan. Siguen siendo los máximos favoritos. Tengo ganas de ver cómo se comen en la capital del reino a una estrella que hace un discurso —por tibio que sea— antifascista. Aunque lo disimule con lo de los extremos y esas bobadas. Quiero ver esas caras de ese palco del Bernabeu rebosante de nacional-catolicismo leyendo el Marca con la cara de Mbappé y ver cómo disimulan, miran para otro lado, tapan o ningunean. Ojalá le vaya bien, porque no van a olvidar. Portugal – Eslovenia: en mi casa hay una población flotante y está bien así: estas son las familias del siglo XXI, gracias a que disfrutamos de cierta libertad y a que la Iglesia y sus huestes han perdido muchísimo control sobre nuestras vidas. Es lunes y estoy solo para ver el fútbol, Trapa y Milan se sientan conmigo como siempre que estamos solos. Portugal me aburre con su quiero y no puedo y hago algo tan antiguo como irme a la cama a oír por la radio la prórroga. Cristiano falla un penalti y rompe a llorar y todos pensamos que quiere batir otro record. Este hombre es el peor enemigo de su propio legado, de su propia imagen. Ganan los vecinos en los penaltis. No creo que sobrevivan a Francia. Holanda golea a Rumanía mientras trabajo y apenas veo los goles. Tengo esa horrible sensación de final de campeonato en el que te da pena todo lo que no has visto: no he visto a Rumanía apenas. Xavi Simmons juega bien y tampoco lo veo. Austria – Turquía por la noche. Llego tarde, me entretengo hablando por teléfono en el segundo tiempo: soy un pésimo aficionado. Hoy empieza el campeonato de verdad, el que les importa a los que les importan los resultados, ganar y esas frivolidades. Pero el fútbol, el fútbol de los que nos gusta ver qué extremos tiene Rumanía y cómo juega el central de Austria, se acabó el martes. España salta con el once habitual. Me alegro por Pedri y lo siento por Dani Olmo. No somos favoritos y voy a ver el partido con la tensión de las grandes ocasiones. Gloria eterna a Kroos que ha hecho algo tan asombroso como ser un buen tipo siempre. Anoche empecé la antología de poetas de la Gran Guerra de Ben Clark y me estremeció Wilfred Owen. Dostoyevski retrata la Rusia de la gente normal, nada que ver con la de Tolstoi, pero hace un retrato tétrico en el que no hay nadie normal dentro de la gente normal. Hoy empiezan los partidos de verdad y juega España y probablemente perderemos y vendrán los análisis de siempre y apagaré los medios y no querré comentarlo con nadie y leeréis esto cuando ya no tenga ningún sentido y ojalá me llamara después del partido. 

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