Día 19/24
La Eurocopa me estresa. La Eurocopa me deja sin tiempo: me paso el día corriendo para sacar tiempo extra y ver partidos o escribir sobre partidos o pensar en partidos o pensar en cómo escribir sobre partidos. Mi día a día es tan frágil en algunos equilibrios que pretender ver una Eurocopa durante varias semanas (no dura 24 días, dura 31 días, qué error) me supone mucho estrés. Es absurdo, por supuesto, pero también es absurdo que un tipo con casi cuarenta años y cinco Balones de Oro y cinco Copas de Europa se eche a llorar porque falla un penalti en un cruce de octavos (en un partido empatado, ni siquiera era un penalti para sobrevivir) porque quiere marcar en seis Eurocopas y batir un récord.
Es sábado y tengo tiempo. Suiza – Italia. Voy a ver a Xhaka con tranquilidad. Donnarumma sí es un gran portero con Italia, no el chaval dubitativo que vemos en Champions. Xhaka salió del Arsenal y se fue al Bayer Leverkusen en lo que parecía un paso atrás en su carrera pero ha sido como si diera dos adelante. Quizás la confianza o lo que le haya ayudado Xabi Alonso o, simplemente encontrar su sitio y la madurez para desarrollar su juego. En lo que he visto del torneo, ningún jugador es tan importante para su equipo como él para Suiza, que es, con Austria, la sorpresa agradable de la Eurocopa. Akanji se acerca a Rieder y le habla antes de lanzar una falta. No le está mandando pero si guiando. Durante todo el partido interpreta el juego y sabe qué hacer. Él y Xhaka manejan el partido, el ritmo y las situaciones. Italia tiene un gran portero, Barella y Chiesa. Qué poco tiene Italia. Los partidos contra ellos solían ser infinitos por carácter, por mentalidad, pero también por Totti, Pirlo, Baggio o Antognioni, pero éste se está acabando pronto: Suiza es muy superior táctica, técnica y espiritualmente. No sé si el 7, Embolo, es tan bueno como para parecer tan indolente. Hace una buena jugada, tira a meta y Donnarumma hace un paradón y él se queda quieto, lamentándose, pensando en la vida y la playa y qué café me tomaba y el balón vuelve y él está en fuera de juego. Hay cosas que Raúl y yo jamás perdonaremos en un campo de fútbol. Cuando ya va el partido dos cero, Suiza se repliega un poco y deja a los italianos mirándose a sí mismos y al balón. Quizás Suiza haya humillado a Italia como Bezujov hizo con Napoleón: les dejo el centro del campo —Moscú— pero la guerra la iban a perder. Xhaka es Bezujov y mueve tropas con tranquilidad y con la mirada larga del que sabe qué es importante en cada momento. Ay, si tuviéramos un Xhaka en la izquierda española.
Todos los partidos de octavos hasta ahora son variantes del mismo argumento, como si los escribiera un Marcial Lafuente Estafanía renacido (o Ed Brubaker). Empieza la batalla con igualdad, hay cierta inquietud, cierto suspense sobre si el héroe (bueno, sobre el equipo grande) ganará y al final de un modo u otro, el grande vence. Sí, Suiza es el grande e Italia el chico: lo sorprendente no es que los hayan eliminado esta vez; lo que debería sorprendernos es que esta banda de trileros haya ganado tanto, tantas veces.
Por la mañana hemos ido a un vivero nuevo, en Atarfe y hemos comprado una enredadera que tiene un nombre tan bonito que sólo por el nombre ya había que comprarla: linterna china. (O japónica, según la prosaica dueña del vivero). También lechugas de agua y tierra para trasplantar macetas, que transplantaré cuando acabe el fútbol.
Ves la cara de Gundogan en el túnel de vestuarios y ya sabes que ahí hay un rival de verdad. Alemania juega mejor que Dinamarca, pero salta la sorpresa y gol. Anulado. El VAR. Un fuera de juego por un milímetro es fuera de juego, no hay duda, y estas no son las líneas de la liga española que pueden estar en cualquier sitio del campo si es conveniente, pero un milímetro igual no es el espíritu del juego. En la siguiente jugada un penalti que no ve nadie por una mano involuntaria. El partido se rompe y Dinamarca también. El árbitro tiene unas ganas innobles de que gane Alemania. Y ha sido todo limpio, sin duda. Pero el árbitro ha logrado que me olvide de que en el campo está Toni Kroos y acabo animando a Dinamarca.
El amague de Wirtz en su gol es el mejor momento del campeonato, es como cantar “hoy es dieciocho, y ella se ha ido” o escribir “la edad en la que una ventana es cualquier aventura, y un regalo el olvido”. Me parece irrelevante que estuviera o no en fuera de juego.
Me encanta esa forma de ver los campeonatos como la Eurocopa o el Mundial en la que animas intensamente a un equipo hasta que pasa algo en el campo y celebras un gol del otro equipo, o hay un error del árbitro y ya vas con los otros, o Musiala hace un quiebro imposible y qué bien Musiala y oh, Eriksen qué inteligente eres y qué susto nos diste hace tres años. Pararon el partido por una tormenta y salieron los voceros del pasado quejándose. La civilización avanza a pesar de esta gente. Celebremos que hoy la prioridad es la seguridad de todo el mundo y no el partido. (Que se continúa después y no pasa nada, señores, que vosotros sí que sois de cristal).
Pocas cosas me dan más envidia que el aburrimiento. El aburrimiento bueno, no el de los partidos de Inglaterra. (Gracias, Alberto, por la puntualización). La edición de “Crimen y castigo” tiene continuos errores de discordancia y algunas erratas: me saca de la lectura. Encargo la de Alba. Si voy a leerlo, que sea lo mejor posible. Inglaterra parece cualquier cosa menos un equipo competitivo, salvo que leas su alineación, llena de estrellas. Y Tripier, y el portero que parece el pipa de los Pogues con lo poco tranquilizador que puede llegar a ser eso. Eslovaquia —Eslovaquia— parece que juega con dos o tres más. Southgate no acierta a colocar con orden a los jugadores. Bellingham, que es maravilloso, rinde menos de media punta que partiendo desde el interior izquierdo, como han visto Carlo y media Europa este año. Foden, ahí, no es tan peligroso como suelto por el centro. El 4231 es una trampa mortal porque a veces sólo tienes a dos en el medio y demasiadas veces partes el equipo. Echo tanto de menos un 442 bien tirado. Pero las estrellas son estrellas porque en el noventa y cinco, con toda Eslovaquia abriendo barriles de Pilsen, Bellingham se inventa una chilena y un golazo. En la prórroga la lógica hace el resto.
Qué poco dura la alegría en la casa del pobre, tantas veces, demasiadas veces.