Día 12/24
Modric muerde su camiseta. Tiene casi 39 años y lo ha ganado todo: 6 copas de Europa, el Balón de Oro, todo. Muerde la camiseta y sufre más que cualquier aficionado croata. Sufre porque sabe que es su última baile, que se está yendo y que le queda poco fútbol, poco campo, poco balón. Tiene la vida resuelta, mucho más resuelta de lo que los aficionados quizás podamos imaginar, pero no dudo de que ayer lo pasó peor que el peor de nosotros. Eso es el fútbol. Eso es lo que no pueden entender los que hablan de industria, porcentaje del PIB o de que los jóvenes están en Tik-tok. En Málaga y en Córdoba miles de personas salen a la calle a celebrar que han subido a segunda división. Les da exactamente igual que haya un Liverpool – Juventus más o menos este año. Están deseando jugar contra nosotros, contra el Granada. Modric muerde su camiseta y piensa que Italia va a ser Italia y que cómo el árbitro ha llevado su tortura hasta los ocho minutos e Italia hace de Italia y un central se convierte en Baresi y un tipo que pasaba por allí la clava en el minuto noventa y ocho. Se acabó, piensa Modric.
Abel Ruiz ficha por el Girona y me alegro mucho. Es ya uno de los alicientes para el año que viene, ver cómo juega en el equipo de Michel. Sergio Ruiz y Gonzalo Villar siguen a día de hoy en el Granada y es el único motivo que tengo para renovar el carné de socio. Otra cosa sería que se fueran Amado y Aranguren.
Joselu coge un balón en el pico izquierdo del área grande, intenta recortar y tira a meta. No ha cometido una torpeza así en toda la temporada. Durante todo el año ha sido un jugador veterano, inteligente y generoso, que miraba por el bien del equipo. Pero el equipo ayer no se jugaba nada y él, quizás, todavía no ha firmado su nuevo contrato. Fermín recorta a la izquierda, fuera del área, sale a trompicones del regate y tira —mal— a meta. Tampoco le recuerdo una jugada así. Lamine descuelga un balón del aire, se gira mientras y se queda con espacio para avanzar hacia el portero, para disparar, pero busca a Morata y ese pase significa que no tiene nada que perder ni necesita ganar nada más. Que a su capitán le vendría bien el gol y que lo importante está por llegar. Cuando el objetivo no es primario: ganar, subir, no descender, llegar a fin de mes, pagar la hipoteca, surgen las dudas y la toma de decisiones se vuelve más compleja y difícil. Quizás inventamos la novela y la filosofía para pensar cómo podríamos tomar mejores decisiones, cuál es la menos mala de las decisiones, qué significa mirar por el bien propio y por el bien común.
Italia, aún perdiendo, era muy probable que entrara en octavos. Pero ir de tercero y no estar seguro es estar un poco muertos: jugar contra un primero de grupo, estar pendientes de que haya dos equipos a los que le valga el empate, que haya un equipo deprimido que se deje ir y reciba una goleada. Por eso ayer parecía que se jugaban la vida ellos también. Las cábalas con el cuadro son parte de la competición. El País traía un cuadro en una columna que está pegado en mi estantería, debajo de los vinilos que tengo que colocar bien de una puñetera vez, tapando los estuches de plumas, lápices, posits. Ahí estará doce días más.
Hemos pasado primeros de grupo. Laporte ve a Olmo que ve a Ferrán que marca y ganamos. El resto del partido es un no poder de Albania contra un ir viendo la vida de España. Sigo pensando que Olmo tiene que ser titular en los cruces pero, ay, ¿cómo quitas a uno de los niños? Italia ha sufrido hasta el último segundo y sólo ha logrado 4 puntos. Croacia está prácticamente eliminada y se va con dos empates. Tan cierto es que no sirve de nada lo jugado hasta ahora —será una alegría olvidada si perdemos en octavos, como la goleada a Costa Rica— como que los tres partidos han sido impecables. Ganar, qué bien sienta.
Pobre Modric. O quizás no, porque su imagen de niño que muerde su camiseta nos recordará siempre qué es lo importante en el fútbol. Qué es lo importante.