La vida entre líneas
Este número especial de Olvidos de Granada está dedicado a la memoria de Antonio Jiménez Millán, poeta, ensayista, profesor y amigo. Su fallecimiento en enero de 2025 deja una ausencia honda, pero también un legado luminoso, tejido de inteligencia crítica, sensibilidad poética y rigor ético.
Antonio fue colaborador de esta revista desde sus inicios, en la primera época impresa de los años ochenta, y también en su etapa digital. A lo largo de décadas, su vínculo con Olvidos fue constante, generoso y comprometido. Su última colaboración —publicada apenas un mes antes de su muerte— formó parte del homenaje que dedicamos a Andrés Soria Olmedo con motivo de su jubilación, otro colaborador fundamental desde los comienzos de la revista.
Los textos reunidos en estas páginas —poemas, ensayos, recuerdos, reseñas— trazan un homenaje coral a su figura. Voces que lo evocan desde la complicidad y la admiración, desde el afecto y la lectura compartida. El número se completa con ilustraciones que acompañan visualmente este tributo, añadiendo otra forma de presencia a lo que las palabras no siempre alcanzan a decir.
Este número no pretende clausurar nada, sino abrir. Abrir la lectura de una obra que sigue viva; abrir, también, el agradecimiento por su paso entre nosotros. La poesía de Antonio —como la vida que defendía— supo siempre entrelazar memoria y deseo, dignidad e ironía, belleza y verdad.
Hemos hecho un recorrido pon las colaboraciones de Antonio en la primera etapa de Olvidos de Granada. La primera vez que podemos leer su nombre en la revista impresa corresponde al número 3, publicado en enero de 1985. En su portada, el siguiente titular: «Vuelta a las vanguardias», algo que encaja perfectamente con la posterior trayectoria académica de Antonio Jiménez Millán. Pero en esta ocasión, Antonio no colabora en el número, sino que se habla de él porque su nombre aparece por primera vez citado en la revista como una de las voces más sólidas de la joven poesía andaluza, en un texto que reconoce tanto su labor poética como crítica, destacando su rigor, su independencia frente a modas pasajeras y su doble compromiso con la creación y la teoría.
“[…] su labor literaria ha estado sellada por la seriedad constante de un trabajo que, a base de no perseguir la publicidad pasajera o fácil y de no contentarse con la glorificación provinciana, lo ha convertido finalmente en uno de los autores más interesantes de la joven poesía andaluza, lo que hoy —de nuevo— es tanto como decir de la joven poesía escrita en lengua castellana.”
Un mes después, en el número 4, Antonio Jiménez Millán realiza su primera colaboración en la revista dentro de la sección La fábrica de sueños, con el artículo titulado ‘Bergamín o la desmitificación del 27’. En él reivindica la figura compleja y lúcida de José Bergamín, a menudo excluido de los relatos oficiales sobre la Generación del 27, desmontando tópicos sobre las vanguardias españolas y subrayando el valor crítico y estético de su pensamiento aforístico, así como su singular concepción de lo popular y lo poético. El texto combina análisis literario, perspectiva histórica y una defensa apasionada del pensamiento independiente y no alineado.
La siguiente colaboración de Antonio en la revista aparece en el número 7-8, fechado en mayo-junio de 1985, dentro de la sección Líneas de sombra, con el texto titulado “Viajero anónimo”. Se trata de una pieza en prosa cargada de imágenes líricas, donde se entrecruzan el deseo, la memoria y la experiencia del viaje como fuga o espejismo. Ambientado en habitaciones de hoteles, calles anónimas y paisajes urbanos filtrados por la nostalgia, el texto dibuja una atmósfera introspectiva y melancólica, con ecos cinematográficos y una sensibilidad que reconoce la belleza en lo efímero. La voz narrativa —expuesta al abandono, a la ciudad extranjera y al amor que se recuerda como despedida— se afirma como viajero sin nombre, figura que recorre buena parte de la poética de Jiménez Millán.
En el Extra de Verano de 1985, Antonio publica dos textos breves, “Son los celos” y “Motivos del ron”, que confirman su dominio del poema en prosa y su sensibilidad urbana, nocturna y desencantada.
“Son los celos” transcurre en el interior de bares y discotecas, entre luces de neón y alcoholes de moda, con una mirada crítica y melancólica sobre las relaciones humanas, el deseo, los celos y las ruinas sentimentales que deja la madrugada. En él conviven la ironía culturalista —Stendhal, los trovadores, los clérigos cortesanos— con una atmósfera postmoderna y agrietada, en la que los cuerpos, la música y la nostalgia se confunden en una deriva emocional.
“Motivos del ron” es una evocación lírica que transforma la bebida en metáfora de viaje, memoria y pérdida. El ron se convierte en hilo conductor de una poética del naufragio cotidiano: ciudades, bares, libros y cuerpos aparecen como señales de una travesía sin mapa, donde la resaca es más cierta que el olvido, y los dioses destruidos son despedidos con un último brindis en la línea de sombras.
Ambos textos reflejan una estética muy propia de Jiménez Millán: la mezcla de experiencia y literatura, el tono confesional atravesado por referencias cultas, y una escritura que se detiene en los márgenes del lenguaje y de la emoción, donde la noche es a la vez refugio y amenaza.
En el número 10 de Olvidos de Granada, correspondiente a octubre de 1985, Antonio publica el extenso artículo “El malditismo: la modernidad y sus máscaras”. Se trata de un ensayo crítico en el que rastrea la figura del poeta maldito desde el Romanticismo hasta el siglo XX, abordando sus diferentes formas de marginalidad, provocación y exilio, y sus transformaciones a lo largo del tiempo.
A partir de figuras como Gérard de Nerval, Baudelaire y Rimbaud, el texto analiza el conflicto entre el artista y la sociedad, el rechazo de la normalidad, el dandismo como estética del margen y la deriva del malditismo hacia actitudes literarias más que vitales. También examina el caso de Cernuda, en quien el desdoblamiento identitario y la condición de exiliado se vinculan directamente con esa tradición maldita, aunque resignificada.
Jiménez Millán cierra el artículo con una reflexión sobre la pérdida del malditismo como gesto auténtico en la contemporaneidad, señalando su conversión en estilo o pose en las sociedades postindustriales. En este sentido, el ensayo se convierte en una lúcida crítica a los mitos culturales heredados y a la banalización del gesto rebelde.
Este texto revela no sólo la erudición y profundidad crítica del autor, sino también su capacidad para leer la historia literaria desde una perspectiva ética y política, anclada en las tensiones entre arte, ideología y subjetividad.
En el número especial de Olvidos de Granada titulado “Palabras para un tiempo de silencio”, dedicado a la generación poética del 50, Antonio Jiménez Millán publica el artículo “La poesía de un tiempo”. En este extenso y riguroso ensayo, el autor analiza las tensiones entre compromiso y estética en la poesía española de la posguerra, centrándose especialmente en el papel crítico de las antologías de Castellet —Veinte años de poesía española y Nueve novísimos poetas españoles— como dispositivos ideológicos y editoriales.
El texto aborda las relaciones entre ética y forma, política y tradición, así como las distintas lecturas del realismo y el simbolismo en el contexto literario e histórico de los años cincuenta. A través de un recorrido por autores como Gil de Biedma, Goytisolo, Valente o Barral, Jiménez Millán destaca cómo la poesía del 50 construyó una voz generacional crítica, marcada por la experiencia de la guerra, el exilio y una profunda conciencia histórica. Frente a las simplificaciones de ciertas etiquetas (como la “poesía social”), reivindica una poesía compleja, irónica, cultivada y plural, que no renuncia ni a la memoria ni a la inteligencia formal.
Este artículo, que combina análisis histórico, lectura textual y reflexión ideológica, representa una de las aportaciones más lúcidas de Antonio a la crítica literaria de su tiempo, y deja ver, una vez más, su capacidad para pensar la literatura como una forma de conciencia en diálogo con la historia.
La última colaboración de Antonio en la etapa impresa de la revista aparece en el número 15, fechado en febrero de 1987, con el artículo “Louis Aragon y la poesía de la resistencia”. En este texto, Jiménez Millán traza un lúcido y apasionado recorrido por la figura del poeta francés Louis Aragon, centrándose en su compromiso político, su evolución estética y su papel destacado durante la guerra y la ocupación nazi.
El artículo combina análisis histórico, contexto ideológico y lectura literaria para mostrar cómo Aragon convirtió la poesía en un arma de resistencia contra el fascismo, sin renunciar por ello a la complejidad formal ni al legado surrealista. La recuperación de formas tradicionales —la rima, el verso regular, los mitos medievales— no fue para Aragon una vuelta al pasado, sino una estrategia para conectar con un público amplio y combatir, desde el lenguaje, la barbarie.
Jiménez Millán destaca también la tensión constante entre la militancia y la herencia vanguardista, entre la fidelidad al comunismo y la necesidad de reescribir críticamente sus propias posiciones. En este sentido, el texto sobre Aragon funciona no solo como una lectura de autor, sino también como una meditación sobre el lugar de la poesía en tiempos de crisis y su potencial ético y político. Una línea de pensamiento que atraviesa buena parte de la obra crítica de Antonio.