Luis García Montero
Laberinto
Catorce besos dicen que es la vida,
sobre todo si duelen en su boca,
sus labios se me van, su piel me toca
abriéndome y cerrándome la herida.
A veces pareciera estar rendida.
Con su desdén se me convierte en roca.
Tiembla mi corazón y se equivoca
en este laberinto sin salida.
Catorce besos es, catorce dudas
que me dejan caer por las desnudas
soledades secretas de su aliento.
Catorce dudas cómplices de niebla,
y el sólo convivir con la tiniebla
de tenerla o perderla en un momento.
(Inédito)
Coplas a la muerte de su colega
(fragmento)
IX
Recuerdo que atardecía,
recuerdo que vi su coche
detenerse,
recuerdo la compañía
de sus ojos en la noche,
sin saberse
tras la boca de un gatillo
que esperaba tembloroso
y asesino,
meterse por un pasillo
de aquel corazón dudoso
sin destino.
X
Y recuerdo la culebra
de la vida, fría, inerte
por su cara,
empapado de ginebra,
esperando que la muerte
lo besara.
Se lo llevó con desgana
la canción de una ambulancia
malherida,
las grúas de la mañana
recogieron su arrogancia,
ya sin vida.
XI
Camarada de su gente,
¡qué pantera en el coraje
por nosotros!
¡Qué canalla adolescente!
¡Qué enemigo tan salvaje
con los otros!
¡Y para el valor qué fiero!
¡Qué destreza de alimañas!
¡Qué razón!
Para el amor marinero,
gobernando en sus pestañas
la pasión.
XII
No dejó ningún tesoro:
dos jeringas en el suelo
sin sentido,
su navaja en deterioro,
su gabán de terciopelo
descosido.
Pero estuvo en la ciudad
y acaudilló los suburbios
con la suerte,
y habló de la libertad
hasta ver los ojos turbios
de la muerte.
XIII
Y porque fue capitán
de camadas y patrullas
sin juicio,
porque ya no nacerán
dos manos como las suyas
para el vicio,
porque jamás nos vendió
y mordimos el anzuelo
de su historia,
aunque la vida perdió,
dejónos harto consuelo
su memoria.
(De Rimado de Ciudad)