Benjamín Prado
El viajero
Para Javier Egea
Te acompañaban siempre los violines.
Tus poemas estaban en ti como los peces
en el fondo de un río.
Eso es lo que vi en ti:
peces en el desierto,
música amenazada.
Te vi hacer bosques y subir montañas,
te vi cavar abismos con tus manos.
No supe dónde ibas.
Te vi buscar la sombra entre la luz,
te vi buscar la muerte en la alegría
y no pude entenderte,
ni te quise seguir:
sólo bailabas si era al borde de un abismo,
sólo donde se oía la canción del veneno,
sólo si la cantaban las sirenas del mal.
Yo no sé qué has ganado, pero sé qué has perdido:
tu música,
tus peces,
tus montañas azules.
No puede ser feliz quien entierra un tesoro.
No puede ser feliz
quien envenena el agua de su vida.
De Un caso sencillo. Maillot Amarillo. Diputación de Granada, 1986
El mismo que esperábamos
(Rafael Alberti en 1982)
Llegaste un día.
Llegaste y vi en tus manos
plumas y espadas.
Tú eras tus ángeles:
el ángel mentiroso
y el ángel bueno,
el ángel del carbón y el de la ira,
alguna vez dulce ángel de los números,
alguna vez terrible ángel de arena.
Sombra del trigo,
viento de los esteros
y de las dunas,
llegaste tú y pusiste un pez rojo en el agua,
un diamante en las minas,
un rayo blanco en nuestro cielo oscuro.
Llegaste tú y brillaban los cometas
y en los vasos vacíos
también se oía el mar.
Llegaste entonces,
tus ángeles
dejaron
su oro en mi vida.
De Un caso sencillo