Foucault, el “cuidado de sí” y la RED

Sergio Hinojosa

La Red-alidad y la Libertad

Actualmente, los medios técnicos hacen posible esa apuesta, pero las relaciones que imponen dichos centros de poder y las fuerzas económicas que se oponen, al controlar por la raíz esos mismos medios técnicos, la hacen casi imposible. Y esto, sobre todo y de manera importantísima, en un campo dejado totalmente en barbecho: la RED. El diseño en la RED no permite una circulación que no pase por los filtros del poder, que aquí es competencia pura. Y aunque se dice que en la red no hay focos, sino poder líquido y lábil, el control existe tanto a nivel del cable, como del código como del contenido.

La RED se privatiza de manera acelerada y las consecuencias son cada vez más inciertas. En 2016 venció el contrato entre el Departamento de Comercio de Estados Unidos y la ICANN (Corporación de Internet para la Asignación de Nombres y Números). La misión de preservar la seguridad y la estabilidad del Sistema de Nombres de Dominio y Asignación de Direcciones de Internet, que eran las funciones de la IANA (Autoridad de Números Asignados en Internet) y que se ejercía por la NTIA (Administración Nacional de Telecomunicaciones e Información de los EE.UU.) quedó fuera del Estado. Y el vencimiento del contrato el 6 de enero de 2017 puso fin a la autoridad del Gobierno de Estados Unidos para aprobar cambios en el archivo de la zona raíz del DNS. Para poner sólo un ejemplo, los dominios; .com, .net .org, o los ccTLD, es decir, el de los distintos países como el de España: .es. Bien, pues, estos dominios pueden ser suspendidos en determinadas condiciones, lo que implica un apagón digital (Somalia ya lo sufrió). Otras direcciones se sostienen en acuerdos y se consideran de “protección especial”, como los de organizaciones sensibles: .army, .navy, .airforce, etc. De momento las condiciones para la suspensión son razonables: “sobrecarga excesiva en los servidores, uso de servidores o nombre de dominio como fuente, intermediario, respuesta al remitente o dirección de destino para bombas por correo, saturación de paquetes de Internet, corrupción de paquetes u otras actividades abusivas como el hacking del servidor o cualquier otra violación de seguridad”[1].

Sin embargo, la privatización y el desarrollo de la IA no siempre garantizará un discurrir razonable para todas las partes. Y en el futuro, el nivel del código puede ser clave, más si consideramos los efectos de la inteligencia artificial (IA). La IA supone no sólo el manejo de la ingente información de la red como input, para resolver un problema o activar determinada máquina. Supone igualmente la capacidad de recrear el código, esto es, crear algoritmos propios sin el control humano, sin que nadie sepa a ciencia cierta qué tipo de cambio va a generar. Si se produce un nuevo algoritmo maquinal también se producirá una reescritura del código y se almacenará en la memoria. La propia máquina podrá practicar soluciones consigo misma, de modo que potenciará aún más su capacidad de “resolución” automática en función de su propia experiencia (y sin intervención humana).

En cuanto al cable, la carrera por el dominio espacial está en plena competición. Para evitar los problemas de la implantación del cable por tierra (sabotajes, costes, etc.) es clave la transmisión segura y estable vía aérea. El conseguir una cobertura fiable, con suficiente ancho de banda, velocidad y fiabilidad (no decaiga) para los nuevos G5 y G6, es decir, para la transmisión de información para los IoT (la comunicación entre dispositivos y máquinas), no tardará en llegar. La competencia en esto es brutal, pues hay muchos intereses en juego. Algunos estiman el crecimiento de conexión vía satélite global (conectividad NB-IoT) en un 12% anual.[2] Cuando esto sea realmente global, las grandes empresas de telecomunicaciones tendrán que reconvertir (o habrán reconvertido ya) sus infraestructuras y cambiará la gravitación de sus centros de influencia. Un ejemplo de esa penetración empresarial en España, a este nivel, es la oferta presentada por Global Omnium, Huawei y Vodafone en el Mobile World Congress: la aplicación de la tecnología Narrowband Internet of Things (NB-IoT) para gestionar la conectividad de los contadores de agua. Es sólo un minúsculo ejemplo y  va en la línea del desarrollo de los servicios inteligentes, al igual que el control medioambiental, la gobernanza, la energía, etc, hasta implementar territorios “zonas inteligentes”, “ciudades inteligentes», etc.

La digitalización la promueven las grandes firmas y los consorcios empresariales, los Estados son meros usuarios o consumidores. En nuestro país, por ejemplo, ofrecen cobertura al internet de las cosas IoTs las compañías Eurona, Viasat y Embou, pero aún distan mucho de conseguir la transmisión espacial sin cable.

En cuanto a los contenidos, hay que tener en cuenta ante todo la estandarización del lenguaje experto en los grandes productores de contenidos (tanto de imágenes como textuales) dirigidos a la determinación del “cuidado de sí”, es decir, aquellos que inciden en la formación y educación estandarizada. La influencia de las agencias de estandarización y evaluación es clave en la determinación de este lenguaje. Son dichas agencias las que sancionan los modelos conceptuales. Naturalmente, también los dirigidos al “cuidado de sí” -en sentido amplio- (ética deontológica y corporativa como “buenas prácticas”, salud, educación, etc.)[3]. El diseño de plataformas de interacción y redes sociales coadyuva a borrar la deuda simbólica -lo que cada uno debe a la sociedad- y a generar un “cuidado de sí” que toma prestadas las verdades y soluciones expertas, y se despega cada vez más de lo político (en el sentido más noble del término). La Comisión Europea ha seleccionado la IA y el IoT[4] como áreas estratégicas en las que deben desarrollarse estándares que sirvan de apoyo técnico para el despliegue de sus políticas y para el funcionamiento efectivo del mercado único. Se consideran las normas de estandarización (ISO) como “aliados estratégicos de las Administraciones en el despliegue eficaz de las políticas públicas”. Es cierto que “las personas o empresas no pueden unirse a ISO” Y que la membresía en dicha agencia sólo está abierta “a institutos nacionales de normalización u organizaciones similares que representen la normalización en su país (un miembro en cada país)” y que “las empresas que aplican o certifican las normas ISO no son miembros de ISO”, pero existe un canal común que es el lenguaje y la capacidad técnica de codificación que se impone subrepticiamente desde las grandes corporaciones a los otras partes (stakeholders) participantes. El ámbito ético (cuidado de sí) no escapa a esta estandarización.


Comparte

Deja un comentario