Alfonso Salazar revisita uno de los hitos del cine negro: La jungla de asfalto, estrenada en 1950. Lejos de ser solo un relato de atracos, la película de John Huston se convierte en un estudio sobre personajes condenados, la corrupción urbana y la imposibilidad de escapar del destino. Con un estilo preciso y evocador, se cuenta cómo Huston abrió el género hacia un realismo desencantado que marcaría a Kubrick, Dassin, Tarantino o Mann. El resultado: un clásico sombrío y vigente, espejo de un tiempo de fracturas históricas y sueños perdidos.

La jungla de asfalto no solo es una de las más brillantes películas de John Huston, sino también una obra clave en la evolución del cine negro y del cine de atracos. Su retrato de personajes condenados, su meticulosa planificación visual y su exploración de la relación entre la ciudad y la naturaleza la convierten en un clásico atemporal, cuya influencia sigue resonando en el cine contemporáneo.
En 1950, en un punto de inflexión para el cine clásico de Hollywood, John Huston dirigió La jungla de asfalto (The Asphalt Jungle), una obra que consolidaría un género cinematográfico con reglas y estéticas propias, pero que también marcaría su evolución hacia terrenos más realistas y desencantados. Basada en la novela homónima de W.R. Burnett, la película no es una simple adaptación, sino una relectura cinematográfica que subraya la fatalidad de sus personajes y la imposibilidad de escapar a sus destinos.
La historia sigue la planificación y ejecución de un asalto a una joyería, un plan meticulosamente diseñado por el doctor Erwin «Doc» Riedenschneider, un criminal experimentado que acaba de salir de prisión. A su alrededor se reúne un grupo de delincuentes con habilidades específicas, entre ellos Dix Handley, un hombre rudo y marcado por un pasado de violencia y pobreza; Louis Ciavelli, un especialista en explosivos; y Gus Minissi, el conductor en la huida. Sin embargo, la traición, la avaricia y la fatalidad acaban por desmoronar el plan y dirige a cada uno de los involucrados a su ruina.
El film representa la transición del cine negro de los años dorados hacia una visión más desencantada del crimen. A diferencia de las primeras obras del género, donde los detectives solitarios combatían una red de corrupción y vicio, aquí no hay héroes, sino una serie de personajes atrapados en un mundo del que no pueden escapar. Huston plantea la historia desde el punto de vista de los criminales, lo que genera una mayor empatía con ellos sin llegar a glorificarlos. No se trata de gánsteres poderosos que buscan dominar la ciudad, sino de hombres fracasados que solo desean reunir suficientes recursos para escapar de la urbe, un lugar donde la corrupción y la desesperanza son la norma.
El personaje de Dix Handley, interpretado por Sterling Hayden, es un ejemplo de esta desesperanza. Su sueño no es acumular riquezas ni controlar el bajo mundo, como sucedía en los scarfaces y en los héroes de Cagney, sino simplemente volver a su hogar en Kentucky y recuperar su rancho. Su destino final, arrastrándose moribundo hasta el campo para morir junto a los potros de su infancia, es una de las escenas más poéticas y desoladoras del cine negro. En contraposición está Doc Riedenschneider, interpretado por Sam Jaffe, quien no sueña con regresar a sus raíces sino con empezar de nuevo en otro lugar. Su afición por las mujeres jóvenes es su perdición, y su detención en una cafetería mientras observa hipnotizado a una bailarina adolescente, que baila al son de la sinfonola, es un comentario sobre la imposibilidad de estos personajes de transformar su naturaleza, librarse del pasado.
El abogado corrupto Alonzo Emmerich, interpretado por Louis Calhern, es el patrocinador del robo y el símbolo de la hipocresía de la alta sociedad: un hombre que mantiene una fachada de respetabilidad mientras se hunde en la corrupción. Su amante, Angela Phinlay, interpretada por una joven Marilyn Monroe, en uno de sus primeros papeles relevantes, representa la juventud y la belleza efímera que tanto fascina a los hombres como Emmerich y Doc.
La atmósfera de La jungla de asfalto es profundamente pesimista. Huston y su director de fotografía, Harold Rosson, construyen un mundo visual dominado por sombras y espacios cerrados. Hay poca calle y mucha guarida; los personajes se mueven en madrigueras y túneles, espacios opresivos que refuerzan la sensación de claustrofobia. La ciudad del Medio Oeste donde se desarrolla la historia es un lugar fantasmagórico, sin identidad concreta, lo que la convierte en un arquetipo de cualquier gran urbe estadounidense. Es un mundo donde los individuos están solos, sin redes de apoyo ni familia. De hecho, la única referencia familiar es la de Louis Ciavelli, quien se muestra como un padre responsable y trabajador, pero que finalmente muere en su casa, enfatizando la idea de que, en este mundo, ni siquiera la familia (la familia mediterránea) puede salvar a los personajes.
Del film se deduce también una reflexión sobre la frontera entre el mundo urbano y el rural. La idea del regreso a la naturaleza está presente en el personaje de Dix y en el uso de la metáfora del caballo. Este motivo se repetirá en otra película de Huston, The Misfits (1961), protagonizada nuevamente por Marilyn Monroe. En ambas obras, los caballos representan un pasado más puro e idealizado, pero también inalcanzable: una paráfrasis de Milton montada en centauros.
Desde el punto de vista cinematográfico, La jungla de asfalto se distingue por la precisión de su planificación visual. Huston, influido por su formación literaria y teatral, construye sus escenas con un cuidado milimétrico. Cada encuadre está pensado para enfatizar las relaciones entre los personajes y su entorno. A diferencia de otros cineastas de su época, Huston no suele utilizar el primer plano para subrayar la emoción de un personaje, sino que prefiere planos más amplios que sitúan a los individuos dentro de un espacio, acentuando la inevitabilidad del destino.
La película resultó un hito en la evolución del cine de atracos. Si bien existen antecedentes, La jungla de asfalto establece muchos de los elementos que definirán el subgénero en el futuro: la planificación detallada del robo, la especialización de cada uno de los participantes, la ejecución meticulosa y, finalmente, el fracaso inevitable. Su influencia puede rastrearse en películas como Atraco perfecto (1956) de Stanley Kubrick, Rififi (1955) de Jules Dassin, e incluso en filmes más modernos como Reservoir dogs (1992) de Quentin Tarantino y Heat (1995) de Michael Mann.
Nominada a cuatro premios Oscar, incluidos el de Mejor Dirección para Huston y Mejor Actor de Reparto para Sam Jaffe, su prestigio no ha hecho más que crecer con el tiempo, y se ha consolidado como una de las obras fundamentales del denominado «cine negro». En su momento, fue un reflejo de un cambio profundo en el cine estadounidense. La era dorada de Hollywood llegaba a su fin, y con este remate, se esfumaba una forma, más idealista, de narrar historias. El cine negro, que había comenzado con filmes como El halcón maltés (1941), también de Huston, se encaminaba hacia una fase más cínica y realista, en la que los criminales ya no eran antihéroes románticos, sino figuras trágicas condenadas al fracaso.
La jungla de asfalto es también una obra marcada por su contexto histórico. En 1950, Estados Unidos estaba en pleno proceso de redefinir su identidad tras la Segunda Guerra Mundial. La posguerra trajo consigo una sensación de optimismo en algunos sectores, pero también dejó cicatrices profundas en la psique de muchos estadounidenses. La paranoia de la Guerra Fría, la caza de brujas impulsada por el senador McCarthy y la tensión entre la modernidad urbana y los valores tradicionales rurales son temas que subyacen en la película. La represión política de la época también afectó al elenco y equipo de la película, con Sterling Hayden quien confesó su colaboración con el Comité de Actividades Antiamericanas, mientras que Huston resistió la presión del macartismo. Huston escapó vivo.
Con su tono sombrío, sus potros muertos, la luz rural, su reflexión sobre la corrupción y su estética impecable, La jungla de asfalto sigue siendo un hito en el cine negro, un testimonio de una época y un género que dejó una huella firme en la historia del cine.
