Derecha, bien erguida flor de acanto
sobre la tapia breve de la alberca,
todo un campo de agua se te acerca
mientras entre sus ondas mueves llanto.
Mientras entre tus hojas cierras llanto
y humedeces tu entraña y pones terca
voluntad de crecer sobre la cerca,
con tanto alzarte y con negarte tanto.
Del agua y de su quieta superficie
te vas con prisa y con desdén de rosa,
hasta que el agua sube y toma un tallo
de acanto vertical en la planicie
de su luz, y lo abraza y lo desposa
y besa y mece y cubre de su mano.
María Victoria Atencia (Málaga, 1931)