Retrato de Mariano Maresca

Mariano Maresca y Juan Vida

En 2007 Mariano Maresca publica un texto en el catálogo de la retrospectiva de dibujos de Juan Vida «La línea más corta entre dos puntos». Mariano hace referencia al dibujo que Juan expuso en aquella exposición y que le hizo cuando estaba ingresado en el hospital.

La lengua vernácula

Mariano Maresca (2007)

Esta exposición de Juan Vida puede ser entendida como una inmersión: bajo su pintura hay un dominio entusiasmado del dibujo que ahora, mostrado de esta forma tan directa, se revela como su verdadera lengua vernácula. Estamos ante un alfabeto que, en el caso de un pintor, se reduce a unas pocas líneas trazadas con un instinto de precisión esencial capaz de soportar luego todo el peso –que Juan Vida tanto ama remover, poner y quitar– de la pintura.

Esta precisión esencial del dibujo, en el caso de los retratos, procede de una mirada capaz de encontrar, en una síntesis sin estridencias, el camino más directo para llegar a un rostro. Por eso no se trata, en estos dibujos, de verdaderos retratos, es decir, de reconstrucciones artísticas de una realidad personal. Lo que vemos no son los retratos, sino los rostros, una imagen que ha conseguido atrapar en escasísimos trazos lo que el modelo era en ese preciso instante en el que la mirada del dibujante consiguió entenderlo y sentirse capaz de fijarlo con tanta contundencia.

Este resultado es posible gracias a que, entre otras cosas, Juan Vida tiene un conocimiento extraordinario del canon del retrato (y no sólo del retrato, desde luego). En esta serie de dibujos un buen conocedor del género seguramente encontrará referencias claras a modelos siempre clásicos. Esa conciencia de la historia del arte es lo que hay inmediatamente antes de que Juan Vida sea capaz de tener un lenguaje propio.

Sintiéndolo mucho, tengo que aludir, para terminar de explicarme, al retrato mío que hay en esta colección. Juan Vida lo hizo un martes, después de visitarme, con otros amigos, en el hospital en el que yo estaba ingresado y en una situación gravísima. Como todos los martes, Juan y el grupo de hermanos que todos los martes nos reunimos en el restaurante de Armando, al dejarme en la UVI fueron allí a cenar. Faltaba yo. Y Juan hizo el retrato que ahora se expone, lo puso en el sitio que yo suelo ocupar en la mesa, y él y el resto de los hermanos consiguieron seguir conmigo después del horario de visitas del hospital. Era un papel, y era yo, y ellos estaban conmigo.

En ese retrato hay algo que seguramente no seré yo el único en entender: un gesto de fragilidad, una boca entreabierta por la dificultad de respirar y de vivir, la pobreza de un cabello ralo, la soledad de unas pocas líneas sobre un papel en blanco. Lo hizo de memoria, o mejor, con la memoria del corazón que tiene en la mirada y que sabe que, en determinados momentos, la vida apenas es una línea fina, precisa, esencial, sobre un papel en blanco. Muchas gracias, Juan.

Comparte

Deja un comentario