Fuimos entre espigas y olivares:
el uno esperó al otro en la lactancia,
y en el primer pinito de la infancia
ya escribimos comedias y cantares.
Después, libros, y novias y billares
(¡memorias que ilumina la distancia!)
luego… una juventud cuya fragancia
envenenan agobios y pesares.
Fuimos, cuanto hay que ser: covachuelistas,
estudiantes, «diablillos», editores,
críticos, «pintamonos», retratistas…
Y hoy, como ayer, sencillos escritores
que siguen, a la luz de sus conquistas,
sembrando sueños por que nazcan flores.