Sergio Hinojosa reseña el libro coordinado por Isabel Alonso Dávila publicado en 2023 por la Editorial Universidad de Granada, Plaza de los Lobos 1968-1977: Memorias de estudiantes antifranquistas de la Universidad de Granada.
Plaza de los Lobos es una recopilación de testimonios, coordinada por Isabel Alonso Dávila, que pone de manifiesto las estrategias de la dictadura franquista para silenciar toda oposición, y la capacidad de estas personas para luchar y resistir detenciones, interrogatorios, torturas y amenazas de la Brigada Político Social. Se trata de un documento interesante para entender los logros obtenidos —disfrutados hoy como derechos y libertades — por una de las fuerzas fundamentales del cambio democrático: el movimiento estudiantil.
No basta con recordar para no repetir. Aquí el trauma es histórico, al igual que la reconstrucción y la memoria. Sepultado por la represión, el pasado requiere rescate de documentos y testimonios, y este libro los aporta. Testimonios del pasado, pero también instrumentos de anticipación y resistencia. La posibilidad de una involución no es irreal. La Universidad debe comprometerse con los derechos conseguidos como señala la entonces Rectora Pilar Aranda. La intención del grupo editor (José María Alfaya, Arturo González Arcas, Socorro Robles Vizcaíno e Isabel Alonso Dávila) es que esta obra sirva a la defensa de lo conseguido y a la ampliación de derechos.
Este encargo de reseña forma parte del movimiento de «recordar» lo que nunca debió suceder. Bajo una pluralidad de miradas, cada escrito ofrece una perspectiva desde el dolor a la liberación. Chequea los motivos que aquellos ciudadanos teníamos para salir a manifestarnos, y capta lo esencial de cuanto sucedía en los calabozos de las comisarías y en las celdas de la cárcel. Es un viaje plural desde el vientre del monstruo a los pasillos de salida, dónde de nuevo se gritaba libertad.
Recogida por la Universidad de Granada, esta iniciativa de homenaje subraya que realmente hubo dictadura y que hubo asesinatos, torturas y persecución hasta el final. Y aunque sin el movimiento obrero no tendríamos democracia, deja claro el papel del movimiento estudiantil en la caída de la dictadura. El relato de los represaliados descubre los entresijos de aquel Estado: protocolos, informes policiales y órdenes judiciales —a veces incluso infringiendo el propio código —, pero también panfletos, pasquines, carteles y periódicos clandestinos que la oposición al régimen elaboraba para mostrar que otra sociedad era posible. Carmen, Bernabé, Isabel, Fernando, Juana, José María, José Antonio, Dolores, Arturo, Tomás, Javier lo hacen con testimonios concretos, con nombres y apellidos. Describen sincera y minuciosamente los pormenores de cada infierno, de cada interrogatorio, de cada tortura y humillación. Apresados y apresadas; conducidos y conducidas; arrojados y arrojadas a ese infierno, doble infierno por ser mujeres; cada cual con la marca de ese trauma histórico. Escritos testimoniales realizados a años de distancia, con otros ojos, pero reviviendo con la misma inquietud aquellos años de plomo, cada cual desde el camino recorrido.
José María Alfaya, desde su experiencia como director del Centro Cultural Español en Fez y como poeta fundador del grupo musical “Taller de Reinsertables”, aporta una mirada retrospectiva y socarrona hacia aquella España en manos de un staff inculto y fascista, cuya mala fe creando un episodio de “guerra sucia” —fabricado por la policía— le costó “una petición fiscal de dieciocho años y un exilio.”
Isabel Alonso, desde su experiencia antifascista, feminista y militante del PCE detenida en 1972, y como docente e investigadora en diversos programas sobre educación. enfoca aquel pasado por escrito con obras como La posguerra de les dones; Alicante, y coordina este proyecto de memoriafijando su mirada en los últimos coletazos de la dictadura, aún más duros.
Bernabé López García, detenido en 1968, candidato por el Partido Comunista en las primeras elecciones democráticas de 1977, doctor en Filología Semítica, catedrático de Estudios Árabes e Islámicos en la Universidad Autónoma de Madrid y fundador del Taller de Estudios Internacionales Mediterráneos, observa lo extemporáneo, ridículo y friki de aquellas hordas de extrema derecha que, enarbolando santos y vírgenes, aplastaban cualquier manifestación de libertad con sus porras paramilitares.
Carmen Morente, resistente nata, narra su maltrato y encierro en el centro psiquiátrico. Pormenoriza el ambiente sórdido, rodeada de otras mujeres víctimas de la incomprensión y enloquecidas de soledad. Doblemente vigilada, encontró en su madre el apoyo preciso. Fue ella quien tuvo la idea de la placa conmemorativa colocada en el edificio de la antigua Jefatura Superior de Policía de Andalucía Oriental, “placa” que es el leitmotiv de este libro.
Desde su experiencia de encarcelada, Juana García Ruiz describe plásticamente aquellos interrogatorios: “Me da un empujón. Se sienta frente a mí muy cerca. Oigo su respiración. Huele como huele la comisaría: a tabaco, a sudor, a humedad, a cerrado. Repugnancia y terror se mezclan. Evito esos ojos duros como rocas.” También narra su más profundo dolor: la ruptura familiar causada por su lucha por la libertad.
José Antonio González Alcantud, excavando como arqueólogo en el pasado, reflexiona sobre la escasez de memorias de los resistentes en comparación con Italia. Recuerda la represión y el silencio impuesto por los matones de la Brigada Político Social y la incultura de la que hacían gala. Ésta no sólo provocaba anécdotas; mataba y reprimía cualquier manifestación de la cultura como libertad. Para quien disentía, la violencia llegaba pronta: “El saludo —golpe seco en el estómago y patada en los mismísimos por parte del policía ‘malo’. A punto de vomitar. Esperaba más. Fue breve. Sin mediar más golpes entra el policía ‘bueno’, y ordena parar… Todo de manual.”
Arturo González, detenido en los momentos más duros del estado de excepción de 1969. Concluida su extensa labor de docencia, recuerda algo esencial para la memoria: el rigor en los datos y en el análisis. Desmonta el mito de la Plaza de los Lobos y sitúa el lugar de tan infausta memoria en la calle Duquesa, que era donde se hallaba “la Jefatura Superior de Policía de Andalucía Oriental, donde se nos identificaba, donde quedaban depositados todos los enseres personales que pudieran ser empleados para autolesionarse… en donde se nos interrogaba. Era en sus calabozos, que no se conservan en la actualidad, donde comíamos y dormíamos cuando nos lo permitían.” Arturo pide a las autoridades que coloquen la placa conmemorativa en el lugar que corresponde y propone la creación de una Sala de Archivo e Investigación en ese lugar.
El avance en los derechos de las mujeres no puede entenderse sin los movimientos que se crearon aquellos años. En uno de los más importantes, el Movimiento Democrático de Mujeres, estuvo Socorro Robles Vizcaíno, militante del PCE y de Comisiones Obreras, luchó contra el franquismo y actuó como miembro de la Ejecutiva Federal de la Enseñanza desde la Secretaría del Movimiento Democrático de Mujeres. Y comprendió la necesidad de constituir un proyecto propio y autónomo para ellas. Su detención coincidió con el endurecimiento del régimen tras el estado de excepción de 1969.
Lola Parra Chica dirige su mirada al amor en tiempos de plomo como acicate para la lucha. Amor informado gracias a la astucia de algún detenido que, con el tapón de un termo, pasaba los mensajes. Su testimonio se dirige a las familias perdedoras de la Guerra Civil y a los efectos sociales padecidos, pues la huella “afectó a la proyección social, truncó carreras, precipitó bodas o separaciones, destruyó lazos familiares que nunca llegaron a reconstruirse…” Su magisterio sólo se vió interrumpido por el teatro; Compañía de Espectáculos Mínimos, Teatro para Un Instante… La práctica cultural vino a curar las heridas.
Javier López Gijón, detenido y encarcelado, miembro del PCE entendió que la lucha pasaba por la cultura. Creó la biblioteca de la Alhambra junto a Mateo Revilla, antiguo Director de este Patronato. Ha sido profesor de Biblioteconomía y, desde la distancia, considera dos momentos claves en la transición en Granada: la conferencia de Louis Althusser en el Hospital Real en 1976, y la cita famosa del “5 a las 5”, multitudinario homenaje a Lorca celebrado ese año en Fuente Vaqueros.
Tomás Navarro Aparicio, arabista de formación y periodista de vocación, mira aquellos años con desasosiego. Para él la transición anduvo escasa, pues la ley de amnistía de 1977 “también fue amnistía para asesinos, torturadores, violadores y abusadores de los derechos humanos durante décadas…”
Laureano Sánchez Perea, desde su experiencia en la reconstrucción de las Sociedades Agrarias de Trabajadores y en Comisiones Obreras del Campo, recoge situaciones de los temporeros como él que se ganaban el dinero durante el verano para estudiar en invierno. Su detención por la solidaridad, ante el asesinato de cinco jóvenes sentenciados por el TOP, está llena de anécdotas que reflejan bien las contradicciones de aquellos años.
Fernando Wulf Alonso comenzó su experiencia de lucha siendo cofundador de la Plataforma Unitaria de Estudiantes. Detenido en 1975, tras el interrogatorio, ingresó en la cárcel. Actualmente ejerce como profesor de Historia Antigua en la Universidad de Málaga y trata la defensa de los derechos humanos como primera garantía de docencia.
Este libro es memoria viva de quienes lucharon por las libertades, y es recordatorio de la fragilidad de los derechos ante el ascenso de formaciones políticas que alimentan el odio. Como escribe en el Epílogo el rector de la Universidad de Granada, Pedro Mercado: “Ningún derecho ha caído del cielo. Esta es la mayor lección que hay que trasladar a las nuevas generaciones de estudiantes. Cada derecho ha sido fruto de esfuerzos, de reivindicaciones, de luchas democráticas por conseguir y conquistar espacios de libertad y dignidad.”
Me encantó. Gracias