Presentación
Inspirada en la iconografía de la fuente mística y en las representaciones pictóricas del barroco, de santas y dolorosas, en esta pieza Carmen Sigler se autorretrata sobre un fondo tenebrista del que surge su figura dramáticamente contrastada. Su rostro expresa, paródicamente, la idea de sacrificio y de su cuerpo emana, en cada uno de los chorros, las virtudes que toda madre ha de poseer: bondad, paciencia, sumisión, ternura infinita, comprensión… La mujer construye su yo-madre como una obra de arte, como un cuerpo guión-vida que cumple con la función social de la maternidad. Una imagen imposible, un milagro. De aquí resulta un retrato fragmentado entre los diversos elementos de la obra (fotografía y monitor de vídeo) y sus imágenes disociadas; entre la aquiescencia femenina y su fidelidad al sistema patriarcal y la angustia que comporta la transgresión de ese modelo ideal de maternidad.