Los 37 retratos, el autorretrato
Fernando Valls
En blanco y negro, semidesnudo, en el momento de disparar la cámara o enmarcado tras el retrovisor, en distintas épocas, en segundo término, con monos artificiales, con o sin paisaje de fondo (entre estatuas clásicas o en urinarios), erecto o inclinado, con la imagen multiplicada, puesta en abismo, solo o acompañado por los suyos, entre espejos -y reflejos- cóncavos y convexos, subrayado por la distorsión de la imagen, sin gafas, en la sima del cuarto de baño o del hospital. El retrato como autorretrato. Así se muestra con la cámara, en el acto de fotografiar, reflejado también en escorzo, multiplicado, a veces enmarcado junto a su familia, envuelto por cierta atmósfera, rodeado de diversos objetos.
Se trata de mirar para ser visto, para ser observado. Mira el fotógrafo y mira el espectador, generándose una complicidad entre ambos. Un autorretrato puede quedar congelado, pero 37 acaban adquiriendo movimiento, vida, e incluso una cierta pasión. Si Manolo Falces se dejó ver poco, ahora se muestra quizá como quería ser visto, como deseaba que lo viéramos. También así lo recordaremos.