Soneto500

    Un día feliz

    ¿Qué pasa en esta calle que el ciego de la esquina
    regala los cupones y el de la barbería
    olvidó a Maradona y el viejo que gruñía
    por el ojo de patio hoy entona en sordina

    baladas de Los Panchos y de Joaquín Sabina
    y vino el fontanero y hasta la policía
    hace la vista gorda con Luis “El Carafría”
    que arregla transistores y pasa cocaína

    y paran los taxistas en los pasos de cebra
    y la dulce pareja por fin encuentra piso
    y es el barrio un desorden lavado por la lluvia?

    ¿Por qué sirve Bernardo de marca la ginebra?
    Porque nadie esperaba tan pronto el paraíso.
    Porque ha venido a verme Consuelo de la Rubia.


    Javier Egea (Granada 1952-1999)

    Si para recobrar lo recobrado

    Si para recobrar lo recobrado
    debí perder primero lo perdido,
    si para conseguir lo conseguido
    tuve que soportar lo soportado,

    si para estar ahora enamorado
    fue menester haber estado herido,
    tengo por bien sufrido lo sufrido,
    tengo por bien llorado lo llorado.

    Porque después de todo he comprobado
    que no se goza bien de lo gozado
    sino después de haberlo padecido.

    Porque después de todo he comprendido
    que lo que el árbol tiene de florido
    vive de lo que tiene sepultado.


    Francisco Luis Bernárdez (Buenos Aires 1900-1978)

    Si proibisce di buttare immondezze

    Cáscaras, trapos, tronchos, cascarones,
    latas, alambres, vidrios, bacinetas,
    restos de autos y motocicletas,
    botes, botas, papeles y cartones.

    Ratas que se meriendan los ratones,
    gatos de todas clases de etiquetas,
    mugre en los patios, en los muros grietas
    y la ropa colgada en los balcones.

    Fuentes que cantan, gritos que pregonan,
    arcos, columnas, puertas que blasonan
    nombres ilustres, seculares brillos.

    Y ante tanta grandeza y tanto andrajo
    una mano que pinta noche abajo
    por las paredes hoces y martillos.


    Rafael Alberti (El Puerto de Santa María 1902-1999)

    Se prohíbe hacer aguas

    Verás entre meadas y meadas,
    más meadas de todas las larguras:
    unas de perros, otras son de curas
    y otras quizá de monjas disfrazadas.

    Las verás lentas o precipitadas,
    tristes o alegres, dulces, blandas, duras,
    meadas de las noches más oscuras
    o las más luminosas madrugadas.

    Piedras felices, que quien no las mea,
    si es que no tiene retención de orina,
    si es que no ha muerto es que ya está expirando.

    Mean las fuentes… Por la luz humea
    una ardiente meada cristalina…
    y alzo la pata… Pues me estoy meando.


    Rafael Alberti (El Puerto de Santa María 1902-1999)

    Casa de los mascarones


    el nardo que, eminente
    primer rey escogido, ser pudiera
    cetro galán del pueblo de las flores,
    Pedro Soto de Rojas

    No pudo ser galán esa mañana.
    Supo tronchados nardos y locura.
    Despoblado su cetro de aventura,
    tiró su corazón por la ventana.

    No pudo ser galán. De porcelana
    debiera tener ella el alma pura
    para exigir jardines en la oscura
    noche del alma bajo la sotana.

    No pudo ser. Ni casa ni quimera
    ni aquel orden soñado darle quiso
    el cielo al que la tierra pareciera.

    No pudo su razón ponerle piso
    y en la portada de su madriguera
    dejóle mascarón por paraíso.


    Javier Egea (Granada 1952-1999)

    A Beethoven

    Esa luz sobre el mundo, esa alegría
    que del dolor brotó, firme e ilesa,
    y ese tullido éxtasis, y esa
    giratoria guirnalda noche y día,

    y esa música, en fin, ¿es que reía
    Julieta así, miraba así Teresa?
    ¿Son ellas? ¿Eres tú? ¿Qué fiel promesa
    ilumina esas nubes todavía?

    Contigo voy, a navegar los lagos
    de tus sonatas, cálidas de halagos,
    madres de almas salvadas de la nada.

    Que al vuelo de la noche desvaría
    esa música o lumbre enamorada,
    la luna: quasi una fantasía.


    Gerardo Diego (Santander, 1896-Madrid, 1987)

    Soneto XXII

    Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,
    sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,
    en regiones contrarias, en un mediodía quemante:
    eras sólo el aroma de los cereales que amo.

    Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa
    en Angol, a la luz de la luna de Junio,
    o eras tú la cintura de aquella guitarra
    que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.

    Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.
    En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.
    Pero yo ya sabía cómo era. De pronto

    mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:
    frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.
    Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.


    Pablo Neruda (Parral, 1904-Santiago de Chile, 1973)

    Soneto a algunos poetas

    Todas vuestras palabras son oscuras.
    Avanzáis hacia el hombre con serena
    palidez: miedo trágico que os llena
    la boca de palabras más bien puras.

    Decís palabras sórdidas y duras:
    «fusil», «muchacha», «dolorido», «hiena».
    Lloráis a veces. Honda es vuestra pena.
    Oscura, inútil, triste entre basuras.

    España es una plaza provinciana
    y en ella pregonáis la mercancía:
    «un niño muerto por una azucena».

    Nadie se para a oíros. Y mañana
    proseguiréis llorando. Día a día.
    … Impura, inútil, honda es vuestra pena.


    Ángel González (Oviedo, 1925-Madrid, 2008)

    A veces quiero preguntarte cosas

    A veces quiero preguntarte cosas,
    y me intimidas tú con la mirada,
    y retorno al silencio contagiada
    del tímido perfume de tus rosas.

    A veces quise no soñar contigo,
    y cuanto más quería más soñaba,
    por tus versos que yo saboreaba,
    tú el rico de poemas, yo el mendigo.

    Pero yo no adivino lo que invento,
    y nunca inventaré lo que adivino
    del nombre esclavo de mi pensamiento.

    Adivino que no soy tu contento,
    que a veces me recuerdas, imagino,
    y al írtelo a decir mi voz no siento.


    Gloria Fuertes (Madrid, 1917-1998)

    Olvidos de Granada
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