Uno que fumar quiso cierto día
Uno que fumar quiso cierto día,
dos cajillas compró de escaso peso;
tres chinas les halló, y además de eso
cuatro huesos oriundos de una encía;
cinco espartos; tres pipas de sandía;
seis moscas; dos avispas y algún yeso;
siete granos de sal; de fruta un hueso;
ocho objetos pequeños de herrería;
nueve estaquillas de un botillo viejo;
diez recortes de uñas de algún caco;
once plumas, pelillos de conejo;
doce o más cerdas de la crin de un jaco;
trece pajas; de habas un hollejo…
catorce gramos de infernal tabaco.
Jesús M Jauret (Jaén, hacia 1880)
Ya está todo en sazón
Ya está todo en sazón. Me siento hecha,
me conozco mujer y clavo al suelo
profunda la raíz, y tiendo en vuelo
la rama, cierta en ti, de su cosecha.
¡Cómo crece la rama y qué derecha!
Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo
de vivir y vivir: tender al cielo,
erguida en vertical, como la flecha
que se lanza a la nube. Tan erguida
que tu voz se ha aprendido la destreza
de abrirla sonriente y florecida.
Me remueve tu voz. Por ella siento
que la rama combada se endereza
y el fruto de mi voz se crece al viento.
María Victoria Atencia (Málaga, 1931)
Asunción de la poesía I
Yo me nazco, yo misma me levanto,
organizo mi forma y determino
mi cantidad, mi número divino,
mi régimen de paz, mi azar de llanto.
Establezco mi origen y termino
porque sí, para nunca, por lo tanto.
Soy lo que se me ocurre cuando canto.
No tengo ganas de tener destino.
Mi corazón estoy elaborando;
ordeno sufrimiento a su medida,
educo al odio y al amor lo mando.
Me autorizo a morir solo de vida.
Me olvidarán sin duda, pero cuando
mi enterrado capricho lo decida.
María Elena Walsh (Villa Sarmiento, 1930-Buenos Aires, 2011)
Asunción de la poesía II
Me siento responsable del rocío
Por mi culpa la piedra está callada.
Comparto la velocidad del río.
Tengo la obligación de la alborada.
Me importa demasiado el mundo. Ansío
su condición de lágrima y espada.
Nada sucede en su transcurso, nada
que no pase primero por el mío.
Sepan que por el viento me suicido,
que me atribuyo el mar y que concedo
a un tribunal de lluvia mi latido.
Asumo el día y cumplo sus deberes.
Vivo la ira de los hombres, puedo
amar con el amor de las mujeres.
María Elena Walsh (Villa Sarmiento, 1930-Buenos Aires, 2011)
Asunción de la poesía III
Pájaros, necesito con urgencia
disimular mi nada. Necesito
ser la continuación de mi presencia,
sobrevivir en desatado grito
Me da mucha vergüenza el infinito,
me humilla la sagrada permanencia.
queriendo desafiarlas me repito
en obras de amorosa trascendencia.
Canto, desesperadamente canto
con voz de tinta y letra de agonía,
rota por dentro, loca por fuera.
Me duele ya la eternidad de tanto
predecir con furiosa rebeldía:
“Mañana cantará mi calavera”.
María Elena Walsh (Villa Sarmiento, 1930-Buenos Aires, 2011)
De piedra, de metal
De piedra, de metal, de cosa dura,
el alma, dura ninfa, os ha vestido,
pues el cabello es oro endurecido,
y mármol es la frente en su blancura.
Los ojos, esmeralda verde y escura;
granata las mejillas; no fingido,
el labio es un rubí no poseído,
los blancos dientes son de perla pura.
La mano de marfil, y la garganta
de alabastro, por donde como yedra
las venas van de azul muy rutilante.
Mas lo que más en toda vos me espanta,
es ver que, por que todo fuese piedra,
tenéis el corazón como diamante.
Luís Vaz de Camoens (Lisboa, 1524-1580)