Soneto500

Ya está todo en sazón

Ya está todo en sazón. Me siento hecha,
me conozco mujer y clavo al suelo
profunda la raíz, y tiendo en vuelo
la rama, cierta en ti, de su cosecha.

¡Cómo crece la rama y qué derecha!
Todo es hoy en mi tronco un solo anhelo
de vivir y vivir: tender al cielo,
erguida en vertical, como la flecha

que se lanza a la nube. Tan erguida
que tu voz se ha aprendido la destreza
de abrirla sonriente y florecida.

Me remueve tu voz. Por ella siento
que la rama combada se endereza
y el fruto de mi voz se crece al viento.


María Victoria Atencia (Málaga, 1931)

Asunción de la poesía I

Yo me nazco, yo misma me levanto,
organizo mi forma y determino
mi cantidad, mi número divino,
mi régimen de paz, mi azar de llanto.

Establezco mi origen y termino
porque sí, para nunca, por lo tanto.
Soy lo que se me ocurre cuando canto.
No tengo ganas de tener destino.

Mi corazón estoy elaborando;
ordeno sufrimiento a su medida,
educo al odio y al amor lo mando.

Me autorizo a morir solo de vida.
Me olvidarán sin duda, pero cuando
mi enterrado capricho lo decida.


María Elena Walsh (Villa Sarmiento, 1930-Buenos Aires, 2011)

Asunción de la poesía II

Me siento responsable del rocío
Por mi culpa la piedra está callada.
Comparto la velocidad del río.
Tengo la obligación de la alborada.

Me importa demasiado el mundo. Ansío
su condición de lágrima y espada.
Nada sucede en su transcurso, nada
que no pase primero por el mío.

Sepan que por el viento me suicido,
que me atribuyo el mar y que concedo
a un tribunal de lluvia mi latido.

Asumo el día y cumplo sus deberes.
Vivo la ira de los hombres, puedo
amar con el amor de las mujeres.


María Elena Walsh (Villa Sarmiento, 1930-Buenos Aires, 2011)

Asunción de la poesía III

–Pájaros, necesito con urgencia
disimular mi nada. Necesito
ser la continuación de mi presencia,
sobrevivir en desatado grito

Me da mucha vergüenza el infinito,
me humilla la sagrada permanencia.
queriendo desafiarlas me repito
en obras de amorosa trascendencia.

Canto, desesperadamente canto
con voz de tinta y letra de agonía,
rota por dentro, loca por fuera.

Me duele ya la eternidad de tanto
predecir con furiosa rebeldía:
–“Mañana cantará mi calavera”.


María Elena Walsh (Villa Sarmiento, 1930-Buenos Aires, 2011)

De piedra, de metal

De piedra, de metal, de cosa dura,
el alma, dura ninfa, os ha vestido,
pues el cabello es oro endurecido,
y mármol es la frente en su blancura.

Los ojos, esmeralda verde y escura;
granata las mejillas; no fingido,
el labio es un rubí no poseído,
los blancos dientes son de perla pura.

La mano de marfil, y la garganta
de alabastro, por donde como yedra
las venas van de azul muy rutilante.

Mas lo que más en toda vos me espanta,
es ver que, por que todo fuese piedra,
tenéis el corazón como diamante.


Luís Vaz de Camoens, (Lisboa, 1524-1580)

En tanto que de rosa

En tanto que de rosa y azucena
se muestra la color en vuestro gesto,
y que vuestro mirar ardiente, honesto,
enciende al corazón y lo refrena;

y en tanto que el cabello, que en la vena
del oro se escogió, con vuelo presto,
por el hermoso cuello blanco, enhiesto,
el viento mueve, esparce y desordena;

coged de vuestra alegre primavera
el dulce fruto, antes que el tiempo airado
cubra de nieve la hermosa cumbre.

Marchitará la rosa el viento helado,
todo lo mudará la edad ligera,
por no hacer mudanza en su costumbre.


Garcilaso de la Vega (Toledo, 1491/1503​​-Niza, 1536)

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