Sombra del agua, I
Hacia los surtidores ofrecida
vas en tropel, brillante compañera,
o con disfraz de curva y de cadera
dices la luz, también la despedida.
Y como quien no halla la salida
sin naufragarse por la torrentera,
mírame aquí, viajero sin espera,
en un salto mortal sobre mi vida.
Bebo en tus brazos –caminante– el sueño
que quizá lleve al mar y en tus orillas
el norte y el dolor para el olvido.
Contigo voy, contigo me despeño
entre las soledades amarillas
hacia los surtidores ofrecido.
Javier Egea (Granada 1952-1999)
Soneto gongorino
Este pichón del Turia que te mando,
de dulces ojos y de blanca pluma,
sobre laurel de Grecia vierte y suma
llama lenta de amor do estoy parando.
Su cándida virtud, su cuello blando,
en limo doble de caliente espuma,
con un temblor de escarcha, perla y bruma
la ausencia de tu boca está marcando.
Pasa la mano sobre tu blancura
y verás qué nevada melodía
esparce en copos sobre tu hermosura.
Así mi corazón de noche y día,
preso en la cárcel del amor oscura,
llora, sin verte, su melancolía.
Federico García Lorca (Granada, 1898-1936)
Soneto de la gurinalda de rosas
¡Esa guirnalda! ¡Pronto! ¡Que me muero!
¡Teje deprisa! ¡Cantal ¡Gime! ¡Canta!
Que la sombra me enturbia la garganta
y otra vez viene y mil la luz de enero.
Entre lo que me quieres y te quiero,
aire de estrellas y temblor de planta
espesura de anémonas levanta
con oscuro gemir un año entero.
Goza el fresco paisaje de mi herida,
quiebra juncos y arroyos delicados,
bebe en muslo de miel sangre vertida.
Pronto ¡prontol! Que unidos, enlazados,
boca rota de amor y alma mordida,
el tiempo nos encuentre destrozados.
Federico García Lorca (Granada, 1898-1936)
Sombra del agua, II
Las adelfas le tienden su emboscada
y el arrayán le ciega de amarillo.
Se le detiene el sueño en ese anillo
verde de luz: la mano enamorada.
A las ruinas de la madrugada
llegó desde los fosos de un castillo.
Quizá la sombra reclamó su brillo
en los dedos de un agua amurallada.
Se le detiene el sueño sobre un río
donde quedó la soledad herida
de perdidos poetas nazaríes.
Y mientras sube por su brazo el frío
mira en el agua muerta la perdida
esmeralda cercada de rubíes.
Javier Egea (Granada 1952-1999)
Amor
Lo soñé impetuoso, formidable y ardiente;
hablaba el impreciso lenguaje del torrente;
Era un amor desbordado de locura y de fuego,
Rodando por la vida como en eterno riego.
Luego soñelo triste, como un gran sol poniente
que dobla ante la noche su cabeza de fuego:
después rió, y en su boca tan tierna como un ruego,
sonaba sus cristales el alma de la fuente.
Y hoy sueño que es vibrante, y suave, y riente y triste,
que todas las tinieblas y todo el iris viste,
que frágil como un ídolo y eterno como un Dios
Sobre la vida toda su majestad levanta:
y el beso cae ardiendo a perfumar su planta
en una flor de fuego deshojada por dos…
Delmira Agustini (Montevideo, 1886-1914)
No me atrevo a morirme por si es cierto
No me atrevo a morirme por si es cierto
que después de la muerte sólo hay nada,
por si esta desazón enamorada
muere contigo y con mi desconcierto,
pues ni siquiera muerta a verme acierto
olvidada de ti, desamorada.
Me someto a vivir desesperada
por si en la muerte hasta mi amor es muerto.
Si pudiera morirme sin matarte,
si al acabarme tú no te acabaras,
qué descanso escapar de este calvario.
Ya ves dónde me lleva esto de amarte,
a no poder morir aunque me odiaras
y a aferrarme a este amor, a este sudario.
Francisca Aguirre (Alicante, 1930– Madrid, 2019)