Soneto500

Venus

En la tranquila noche, mis nostalgias amargas sufría.
En busca de quietud bajé al fresco y callado jardín.
En el oscuro cielo Venus bella temblando lucía,
como incrustado en ébano un dorado y divino jazmín.

A mi alma enamorada, una reina oriental parecía,
que esperaba a su amante, bajo el techo de su camarín,
o que llevada en hombros, la profunda extensión recorría,
triunfante y luminosa, recostada sobre un palanquín.

«¡Oh reina rubia- díjele- mi alma quiere dejar su crisálida
y volar hacia tí, y tus labios de fuego besar;
y flotar en el nimbo que derrama en tu frente luz pálida,

y en siderales éxtasis no dejarte un momento de amar!»
El aire de la noche refrescaba la atmósfera cálida.
Venus, desde el abismo, me miraba con triste mirar.


Rubén Darío (Metapa, 1867-León, 1916)

Es hielo abrasador

Es hielo abrasador, es fuego helado,
es herida que duele y no se siente,
es un soñado bien, un mal presente,
es un breve descanso muy cansado.

Es un descuido que nos da cuidado,
un cobarde, con nombre de valiente,
un andar solitario entre la gente,
un amar solamente ser amado.

Es una libertad encarcelada,
que dura hasta el postrero parasismo,
enfermedad que crece si es curada.

Este es el niño Amor, este es su abismo.
¡Mirad cuál amistad tendrá con nada
el que en todo es contrario de sí mismo!


Francisco de Quevedo y Villegas (Madrid, 1580-Villanueva de los Infantes, 1645)

Ni sé si muero ni si tengo vida

Ni sé si muero ni si tengo vida,
ni estoy en mí ni fuera puedo hallarme;
ni en tanto olvido cuido de buscarme,
que estoy de pena y de dolor vestida.

Dame pesar el verme aborrecida,
y si me quieren doy en disgustarme;
ninguna cosa puede contentarme:
toda me enfada y deja desabrida.

Ni aborrezco, ni quiero, ni desamo;
ni desamo, ni quiero, ni aborrezco;
ni vivo confiada ni celosa.

Lo que desprecio a un tiempo adoro y amo:
¡vario portento en condición parezco!,
pues que me cansa toda humana cosa.


Leonor de la Cueva y Silva (Medina del Campo, 1611-1705)

Fragilidad

Un cuadro de ventanas encendidas
es la ciudad que mira en duermevela
los espacios vacíos. Tantas vidas
laten en su interior, siguen la estela

del viento por las frías avenidas
y las playas sin nadie. Sobrevuela
un espectro por aguas detenidas,
la espesa sombra de la noche en vela.

La soledad se ampara en el papel
frágil de la memoria. Ya no cuenta
ese silencio oscuro y astillado:

sólo una vieja foto del cincuenta,
las rayas en el toldo de un hotel,
un Chrysler de color azul gastado.


Antonio Jiménez Millán (Granada 1954-Málaga, 2025)

Imitación de una oda de Safo

¡Feliz quién junto a ti por ti suspira,
Quién oye el eco de tu voz sonora,
Quién el halago de tu risa adora,
Y el blando aroma de tu aliento aspira!

Ventura tanta, que envidioso admira
El querubín que en el Empíreo mora,
El alma turba, al corazón devora,
Y el torpe acento, al expresarla, expira.

Ante mis ojos desaparece el mundo,
Y por mis venas circular ligero
El fuego siento del amor profundo.

Trémula, en vano resistirte quiero…
De ardiente llanto mi mejilla inundo…
¡Delirio, gozo, te bendigo y muero!


Gertrudis Gómez de Avellaneda (Santa María de Puerto Príncipe, 1814-Madrid, 1873) 

Hace tanto tiempo


                          Para Antonio M. Sarrión

Nos pareció un desafío
haber perdido la fe,
al raso, pasando frío.
Héroes de no sé qué.

Navegar la negación
era de por sí una fiesta,
ungidos del raro don
de no hallar jamás respuesta.

A los héroes de antaño
ahora nos los tropezamos
de vez en cuando en la danza.

Aparentan no hacer daño,
no se acuerdan. Son los amos
de su podrida bonanza.


Carmen Martín Gaite (Salamanca, 1925-Madrid, 2000)

1 2 3 4 13 14 15 16 17 18