Soneto500

Soneto XXII

Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,
sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,
en regiones contrarias, en un mediodía quemante:
eras sólo el aroma de los cereales que amo.

Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa
en Angol, a la luz de la luna de Junio,
o eras tú la cintura de aquella guitarra
que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido.

Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria.
En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato.
Pero yo ya sabía cómo era. De pronto

mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida:
frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas.
Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.


Pablo Neruda (Parral, 1904-Santiago de Chile, 1973)

Soneto a algunos poetas

Todas vuestras palabras son oscuras.
Avanzáis hacia el hombre con serena
palidez: miedo trágico que os llena
la boca de palabras más bien puras.

Decís palabras sórdidas y duras:
«fusil», «muchacha», «dolorido», «hiena».
Lloráis a veces. Honda es vuestra pena.
Oscura, inútil, triste entre basuras.

España es una plaza provinciana
y en ella pregonáis la mercancía:
«un niño muerto por una azucena».

Nadie se para a oíros. Y mañana
proseguiréis llorando. Día a día.
… Impura, inútil, honda es vuestra pena.


Ángel González (Oviedo, 1925-Madrid, 2008)

A veces quiero preguntarte cosas

A veces quiero preguntarte cosas,
y me intimidas tú con la mirada,
y retorno al silencio contagiada
del tímido perfume de tus rosas.

A veces quise no soñar contigo,
y cuanto más quería más soñaba,
por tus versos que yo saboreaba,
tú el rico de poemas, yo el mendigo.

Pero yo no adivino lo que invento,
y nunca inventaré lo que adivino
del nombre esclavo de mi pensamiento.

Adivino que no soy tu contento,
que a veces me recuerdas, imagino,
y al írtelo a decir mi voz no siento.


Gloria Fuertes (Madrid, 1917-1998)

Susana y los viejos

Furtivos, silenciosos, tensos, avizorantes,
se deslizan, escrutan y apartando la rama
alargan sus miradas hasta el lugar del drama:
el choque de un desnudo con los sueños de antes.

A solas y soñando ya han sido los amantes
posibles, inminentes, en visión, de la dama.
Tal desnudez real ahora los inflama
que los viejos se asoman, tímidos estudiantes.

¿Son viejos? Eso cuentan. Es cómputo oficial.
En su carne se sienten, se afirman juveniles
porque lo son. Susana surge ante su deseo,
que conserva un impulso cándido de caudal.

Otoños hay con cimas y ráfagas de abriles.
–Ah, Susana. –¡Qué horror! –Perdóname. ¡Te veo!


Jorge Guillén (Valladolid, 1893-Málaga, 1984)

Si alguien llama a tu puerta, amiga mía

Si alguien llama a tu puerta, amiga mía,
y algo en tu sangre late y no reposa
y en tu tallo de agua, temblorosa,
la fuente es una líquida de armonía.

Si alguien llama a tu puerta y todavía
te sobra tiempo para ser hermosa
y cabe todo abril en una rosa
y por la rosa desangra el día

Si alguien llama a tu puerta una mañana
sonora de palomas y campanas
y aún crees en el dolor y en la poesía

Si aún la vida es verdad y el verso existe.
Si alguien llama a tu puerta y estás triste,
abre, que es el amor, amiga mía.


Gabriel García Márquez (Aracataca, 1927-Ciudad de México, 2014)

Nadie escuche mi voz y triste acento

Nadie escuche mi voz y triste acento,
de suspiros y lágrimas mezclado,
si no es que tenga el pecho lastimado
de dolor semejante al que yo siento.

Que no pretendo ejemplo ni escarmiento
que rescate a los otros de mi estado,
sino mostrar creído y no aliviado
de un firme amor el justo sentimiento.

Juntóse con el cielo a perseguirme
la que tuvo mi vida en opiniones
y de mí mismo a mí como en destierro.

Quisieron persuadirme las razones
hasta que en el propósito más firme
fue disculpa del yerro el mismo hierro.


Juan de Tassis y Peralta, conde de Villamediana (Lisboa, 1582​-Madrid, 1622)

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