Al céfiro
Céfiro dulce, que vagando alado
entre las frescas, purpurinas flores,
con blando beso robas sus olores,
para extenderlos por el verde prado,
las quejas de mi afán y mi cuidado
lleva a la que, al mirar, mata de amores,
y dile que un alivio a mis dolores
de, y un consuelo al ánimo angustiado.
Pero no vayas, no; que si la vieras
y, tomando sus labios por claveles,
el aroma gustar de ellas quisieras,
cual con las otras flores hacer sueles,
aunque a mi mal el término pusieras,
tendría de tu acción celos crueles.
Gustavo Adolfo Bécquer (Sevilla 1836- Madrid, 1870)
Los tiempos son de lucha
¡Los tiempos son de lucha! ¿Quién concibe
el ocio muelle en nuestra edad inquieta?
En medio de la lid canta el poeta,
el tribuno perora, el sabio escribe.
Nadie el golpe que da ni el que recibe
siente, a medida que el peligro aprieta;
desplómase vencido el fuerte atleta
y otro al recio combate se apercibe.
La ciega multitud se precipita,
invade el campo, avanza alborotada
con el sordo rumor de la marea.
Y son en el furor que nos agita,
trueno y rayo la voz; el arte, espada;
la ciencia, ariete; tempestad la idea.
Gaspar Núñez de Arce Valladolid, 1832-Madrid, 1903)
Alegres horas
Alegres horas de memorias tristes
que, por un breve punto que durastes,
a eterna soledad me condenastes
en pago de un contento que me distes.
Decid: ¿por qué de mí, sin mí, os partistes
sabiendo vos, sin vos, cuál me dejastes?
Y si por do venistes os tornastes,
¿por qué no al mismo punto en que vinistes?
¡Cuánto fue esta venida deseada
y cuán arrebatada esta venida!
Que, en fin, la mejor hora fue menguada.
No me costastes menos que una vida
la media en desear vuestra llegada
y la media en llorar vuestra partida.
Inarda de Arteaga (¿?-??)
Rosas de otoño, I
Mándame tu retrato… Aquellos ojos
en éxtasis, que guardan, como lagos,
de los ocasos los vislumbres rojos
y de las noches los luares magos.
Mándame tu retrato… La caricia
de tu cara de almendra, tu cabello
de puro negro azul, y el dulce cuello
que inicia de inclinarse la delicia.
Mándame aquel retrato que en el fondo
Tiene un jardín… Tiene un jardín soñado
para poner mi mano en tu cintura,
y perdernos al lejos, en lo hondo
de un beso -como nunca se ha besado-,
por la senda sin fin de la ternura.
Autorretrato
Fuimos entre espigas y olivares:
el uno esperó al otro en la lactancia,
y en el primer pinito de la infancia
ya escribimos comedias y cantares.
Después, libros, y novias y billares
(¡memorias que ilumina la distancia!)
luego… una juventud cuya fragancia
envenenan agobios y pesares.
Fuimos, cuanto hay que ser: covachuelistas,
estudiantes, «diablillos», editores,
críticos, «pintamonos», retratistas…
Y hoy, como ayer, sencillos escritores
que siguen, a la luz de sus conquistas,
sembrando sueños por que nazcan flores.