Los collares marinos
Enfermedad marina son las perlas;
pólipos de las conchas nacaradas;
0por el iris están amortajadas
y a nadie da misericordia verlas.
Si deliran las frentes por tenerlas
en collares Lucientes engarzadas,
no es porque esplendan de salud ornadas
sino por ser orgullo poseerlas.
Son tísicas románticas de Oriente
que traen los mercaderes a Occidente,
lo mismo que un comercio de doncellas.
Y, cual cuerda de presas bien seguras,
manïata el collar las perlas puras
por el solo delito de ser bellas.
Salvador Rueda (Benaque, 1857- Málaga, 1933)
Piedra negra sobre una piedra blanca
Me moriré en París con aguacero,
un día del cual tengo ya el recuerdo.
Me moriré en París -y no me corro-
tal vez un jueves, como es hoy de otoño.
Jueves será, porque hoy, jueves, que proso
estos versos, los húmeros me he puesto
a la mala y, jamás como hoy, me he vuelto,
con todo mi camino, a verme solo.
César Vallejo ha muerto, le pegaban
todos sin que él les haga nada;
le daban duro con un palo y duro
también con una soga; son testigos
los días jueves y los huesos húmeros,
la soledad, la lluvia, los caminos…
César Vallejo (Santiago de Chuco, 1892- París, 1938)
A la muerte de Torrijos y sus compañeros
Hélos allí: junto a la mar bravía
cadáveres están ¡ay! los que fueron
honra del libre y con su muerte dieron
almas al cielo, a España nombradía.
Ansia de patria y libertad henchía
sus nobles pechos, que jamás temieron,
y las costas de Málaga los vieron
cual sol de gloria en desdichado día.
Españoles, llorad; mas vuestro llanto
lágrimas de dolor y sangre sean,
sangre que ahogue a siervos y opresores.
Y los viles tiranos con espanto
siempre delante amenazantes vean
alzarse sus espectros vengadores.
José de Espronceda (Almendralejo 1808 – Madrid 1842)