Dulce soñar y dulce congojarme
cuando estaba soñando que soñaba;
dulce gozar con lo que me engañaba
si un poco más duraba el engañarme;
dulce no estar en mí, que figurarme
podía cuanto bien yo deseaba;
dulce placer, aunque me importunaba
que alguna vez llegaba a despertarme.
¡Oh sueño, cuánto más leve y sabroso
me fueras si vinieras tan pesado
que asentaras en mí con más reposo!
Durmiendo, en fin, fui bienaventurado;
y es justo en la mentira ser dichoso
quien siempre en la verdad fue desdichado.
Juan Boscán (Barcelona, 1490-Perpiñán?, 1542)