En el próspero tiempo las serenas
plañen e lloran recelando el mal;
en el adverso, ledas cantilenas
cantan e atienden el buen temporal.
Mas, ¿qué será de mí, que las mis penas,
cuitas, trabajos e langor mortal
jamás alternan nin son punto ajenas,
sea destino o curso fatal?
Mas emprentadas el ánimo mío
las tiene, como piedra la figura,
fijas, estables, sin algún reposo.
El cuerdo acuerda, mas non el sandío;
la muerte veo e non me dó cura,
tal es la llaga del dardo amoroso.
Íñigo López de Mendoza y de la Vega, Marqués de Santillana (Carrión de los Condes, 1398-Guadalajara, 1458)