Federico Fernández-Crehuet
Hipótesis sobre Clarín
A Mariano Maresca, un maestro desacostumbrado
I
Aún impoluta. Su carcasa, blanco mate. El brillo lo ha devorado el sol cuyos rayos se elevan incluso sobre la cúpula de la iglesia que un día fuera parte de este edificio. Es una Olivetti Lettera que está arrumbada en una estantería de la sala de lectura del departamento de Filosofía del Derecho. Me imagino a Mariano frente a ella, en un despacho compartido con otros compañeros, pasando sus notas de los cuadernos y folios, con amplios márgenes a la derecha, prolijamente anotados, con una letra pequeña y apretada.
Deambulo por esta sala, encerrado un domingo sin muchas ganas de escribir este texto. Nunca tendría que haber aceptado la invitación… miro de nuevo la Olivetti y la intuición me estremece. Corro a buscar el teléfono, cuya caja de acero bruñido parece blindarlo frente al paso del tiempo. Abro el navegador y deslizo los dedos, ya no hay teclas, escribo: biblioteca UGR y luego MARESCA CLARIN. El resultado es: Hipótesis sobre Clarín: el pensamiento crítico, barra oblicua, Mariano Maresca García Esteller, punto y coma, bajo la dirección de Nicolás María López Calera, Granada, Universidad de Granada 1982. ¿1982? El libro de la tesis, publicado por la Diputación, es de 1985. La entrada de la biblioteca es (supongo) la tesis; el ejemplar mecanografiado con la Olivetti Lettera que parece inerme, pero desafiante, delante de mi. Es domingo, la biblioteca está cerrada. Tengo que esperar.
Lunes. Ocho de la mañana. Dos volúmenes, encuadernados en azul, texto y notas, mecanografiados, modificadas las erratas en rotulador negro. La bibliotecaria me hace firmar unos documentos y me prohíbe hacer fotografías. El texto coincide con el del libro que se publica tres años más tarde, salvo un par de páginas que Mariano ha titulado Post Scriptum y que son suprimidas en la versión final. No hay desperdicio.
Otros factores se sumaban a lo dicho. Por razones -si se las quiere llamar así- “generacionales” soy de los en su momento hablaron del Discurso de las certezas de la Revolución. Se verá en seguida que no estoy ahora por la operación de saldo bautizada con el nombre de “crisis del marxismo”. Lo más molesto de esta almoneda es que está sirviendo para dejar sin plantear si quiera lo que sí son problemas urgentes y gravísimos -críticos- de la estrategia teórica y política inspirada por Marx y Lenin. Se ha hecho el silencio, por ejemplo, sobre una palabra a la que la superabundancia de su uso ha bastado para descalificar sin necesidad de mayores explicaciones; me refiero a lo pequeño burgués (el pequeño burgués, la ideología pequeño burguesa, etc.). Pero es un silencio que se parece mucho al miedo al espejo; algo hay que induce un mutis discreto, vergonzante.
Dicho en claro: el reformismo de inspiración krausista tenía en Clarín un testigo -eso pensé- incómodo, y ello parecía una buena ocasión para intentar aproximar ese otro fantasma inasible de la ideología pequeño burguesa y sus locutores par excellence, los “intelectuales”. Así fue haciéndose el proyecto como hipótesis que pretende, en el peor de los casos, reivindicar la legitimidad de unas preguntas, la pertinencia de una indagación oblicua.
Fin de la cita.
II
Die Dichter lügen zuviel. Los poetas mienten demasiado, la máxima de Goethe y repensada por Nietzsche no solo pone de manifiesto una relación muy particular entre la poesía y la verdad (o, dicho más filosóficamente con Heidegger, entre la mímesis y poesía), sino un hecho que se ha repetido constantemente. Rousseau afirmaba que Politeia, la republica de Platón, era el tratado más bello que jamás se había escrito sobre educación. Y se tituló Politeia y no Paidea. Marie Theres Fögen, directora del MPI, fallecida prematuramente, en un librito realmente espléndido, nos narra la gran mentira del Derecho Romano, cómo Cicerón se inventó una de las leyes de las doce tablas.
Mariano también nos tomó el pelo con su tesis y posterior libro. No hay solo hipótesis sobre Clarín. Clarín es lo mismo que fue David Strauss para Nietzsche, una lupa para construir una crítica de una cultura, de una cultura pequeño burguesa. Hipótesis sobre Clarín no es un libro de crítica literaria, es un reflexión sería, extensa, detenida y sabía sobre la filosofía política de la modernidad. Así, en su totalidad. Un tratado de historia de la filosofía política, si se quiere decir con términos ya obsoletos. Sin embargo, Mariano en esa páginas que hace desparecer en la edición de su libro, nos desvela la verdad, su verdad..
III
António Hespanha, Pipo Clavero, Michael Stolleis, los tres grandes historiadores del derecho, se han alejado de construir una historia jurídica positiva, de acumulación de datos o materiales. Más bien, tras sus textos, hay una profunda reflexión filosófica de cómo escribir la historia. António siguiendo a Foucault y Bourdieu, Pipo con su antropología jurídica que tanto debe a la Teoría del Don de Marcel Mauss y Michael con su crítica acerada al constructo metafísico de la Begriffsgeschichte. Los apelo por su nombre de pila porque los conocí y me he beneficiado de su magisterio. Los tres también fallecieron hace poco. Valgan estas palabras de pequeño homenaje o de intento frustrado de consuelo personal
Mariano tampoco nos receta una historia monumental ni empírica, sino que en su trabajo doctoral se pergeña una reflexión muy detallada de cómo construir el relato histórico. Al respecto se pueden citar reflexiones, althusserianas y foucaultianas. Y propias. Procedamos con algún orden.
1.-Althusser
“El texto es un dispositivo, un mecanismo destinado a producir efectos automáticos. Para que un dispositivo funcione es imprescindible que aquellos efectos producidos -léanse ideológicos- aparezcan como naturales”. Así comienza Mariano, acudiendo a la caja de herramientas althusseriana. Y continúa distinguiendo entre el “nivel enunciativo del texto”, aquel lugar en el “que constan sus postulados inmediatos a acerca de lo existente” y “la lógica productiva del conjunto del dispositivo”. El positivismo disocia un nivel de otro. Se queda en lo meramente enunciativo. De nuevo Mariano parafrasea a Benjamin.
En el enunciativo leemos “lo que la obra dice de las relaciones de producción, pero para comprender la función de la obra en las relaciones de producción es preciso atender a todo el conjunto del dispositivo”. El peligro, se advierte atinadamente, es que si ignoramos “la función del texto en las relaciones de producción” lo estamos deshistorificando completamente amén de perder de vista cualquier “vocación de lucha ideológica”.
Precisamente los empaquetadores de blísteres filosóficos, aquellos que han defendido la tesis de la evolución de Clarín para eludir la incomodidad del objeto difuso y dislocado, se han quedado, en el mejor de los casos, en el mero nivel enunciativo. Mientras que su propuesta, basada en la atenta lectura de Althusser y en las sinergias (esto habría que estudiarlo más despacio) con Juan Carlos Rodríguez, al que se cita convenientemente en el cuerpo del texto y en los agradecimientos, pasa por comprender el dispositivo en su completitud. El esquema encaja especialmente bien en la obra de Clarín, pues al nivel enunciativo corresponden el “bloque de propuestas” que M. M. denomina, Políticas de la virtud, y la lógica productiva del discurso se expresa adecuadamente bajo el problema de la “Leyenda de Dios”. O expuesto más concretamente: Reformismo y Filosofía.
2.- Foucault.
Hay que seguir afinando el instrumento metodológico, porque el producto no es fácil de comer ni de digerir. Mariano lo sabe y echa mano del “viejo Foucault”. La heterotopía alude a un lugar que es real, pero que, sin embargo, está fuera de todos los lugares. Una heterotopía es un contra-emplazamiento, un sitio perfectamente localizado pero fuera de cualquier topos. Diría Mariano, empleando esta categoría, que la narrativa del pensamiento reformista de Clarín utiliza precisamente tal tipo de recurso para su discurso moral: el gabinete del intelectual, la naturaleza en estado puro, la logia, un museo, un banco o una sociedad donde se inventa una pócima mágica para salvar la humanidad, como sucede en el relato de El pecado original, son heterotopías.
La creación de estas heterotopías que acompañan al discurso moral reformista es de especial importancia para entender el krausisimo y, de forma más general, el pensamiento crítico, sobre el que me detendré a continuación.
3.- Mariano
M. M. construye como un buen artesano sus propias herramientas.
Al inicio se advierte del camino elegido que elude, sobre todo, una construcción objetiva y positivista del relato histórico. El concepto de objetividad nos intranquiliza por el etiquetado de la realidad como si nos encontráramos con un producto de supermercado y ante eso la única salida es, sostiene Mariano, que la historiografía debe proponerse a sí misma como un saber de las diferencias, las discontinuidades y las rupturas y proponer una objetividad no quieta, sino constituida y atravesada -tantas veces hasta el dislocamiento- por la misma dialéctica del proceso histórico con el que forma un conjunto único aunque no uniforme.
Clarín se nos ofrece como un “objeto flotante” que, paradójicamente, algunos tratan de construir como propio objeto obliterado sobre sí mismo. Incluso Clarín fue el primero en narrar su propia leyenda y venderla como el único código de explicación posible. Así que Mariano ya nos advierte que tomar en serio el trabajo de historiar implica huir de “confundirse con el constructor vicario de objetos supuestamente reales”.
Y eso, precisamente, se ha hecho con la interpretación de Clarín desde la izquierda y desde la derecha. Se nos ha vendido a Alas, empaquetado asépticamente en un blíster. Incluso sus lonchas están debidamente numeradas para que los abuelos sin dientes las puedan comer sin sufrir el más mínimo ahogo.
Interesa aquí, por más conocida, y de más larga sombra, la interpretación de la izquierda. De nuevo Mariano.
El mismo economicismo que sirvió de lugar de encuentro al conjunto de los grupos sociales en oposición al franquismo presidió la operación de establecer la existencia de una tradición democrática y liberal. Esa tradición sería un mentís a la versión de una esencia española fatalmente reaccionaria y aportaría a los antifascistas la legitimidad del precedente. Al krausismo le correspondió un papel tan fundamental en esa recuperación que puede decirse que son el primer grupo orgánico que una de sus líneas culminaría en el “socialismo democrático».
Ahí están. Embutidos en sus trajes y guantes de plástico, con sus gafas protectoras, y la ridícula rejilla sujetando el pelo, ordenado y etiquetando como locos. Los operarios tienen nombres propios: Virgilio Zapatero, se encarga de Fernando de los Ríos, Laporta de Posada y Elías Díaz serigrafía el blíster. “De la Institución a la Constitución” se llama el último producto que se puede encontrar en las cabeceras de los lineales de los supermercados. Se mete todo en el mismo saco, krausismo, ILE y lo que sea menester. La operación viene de antiguo nos advierte Mariano, de Álvarez Buylla que fue el primero en intentar codificar el sentido y el legado de Alas. Sin embargo, Clarín, al igual que el maestro Maresca fue contradictorio, dislocado, caleidoscópico, salvaje. Codificarlos, objetivarlos, es secuestrarlos y redactar una hagiografía. No era la finalidad de Mariano, desde luego.
Además de las ayudas y préstamos metodológicos externos que ya se han citado, el eje de la obra es el término pensamiento crítico. Sintagma de creación propia por medio del que se escudriña diagonalmente, a contrapelo, que diría Benjamin, una constelación de fuerzas, de tendencias que no son homogéneas, que poseen distinta intensidad y dirección dependiendo de autores y temáticas y que, desde luego, repasan no solo el pensamiento de Clarín sino de otros muchos autores e intelectuales que son piezas fundamentales del complejo puzle que es el texto: Hume, Comte, Rousseau, Kant, Hegel, Dorado Montero, Azcárate y Kierkegaard. Casi por ese orden. De ahí, como decía, el engaño, porque no solo hay hipótesis sobre Clarín sino lección maestra de pensamiento político-jurídico de amplio tracto histórico. Todo ello incidiendo, por supuesto, en un análisis detallado y muy lúcido de Su único Hijo, de La Regenta, de la novela tendenciosa, de los cuentos morales, o incluso de la literatura secundaria de la crítica literaria doméstica o extranjera que se ocupaba de la obra de Alas.
Tal enfoque debió y debe hacer torcer el gesto a más de uno que espetó como endeble crítica que aquello no era “jurídico”, sino un monstruoso pastiche. La indolente Olivetti, que tiene su merecido descanso acariciada por los tibios rayos de sol, contestó convenientemente a tal objeción.
Una ultima cuestión -tecleó Mariano-: «Soy consciente de que -entre otros muchos- este texto tiene un problema muy concreto, el de no parecer muy jurídico. Es difícil contestar a esto sin resultar demasiado “suficiente”, pero la verdad es que es un problema que a mí me parece planteado desde una perspectiva estrictamente positivista, por tanto no considero pertinente la objeción. El debate lo remitiría, de muy buen grado al positivismo que sustancia el reproche”.
El Pensamiento crítico es entendido como un “discurso moral”, como una “categoría historiográfica”, cuyos lemas son heterotopías en el sentido foucaultiano antes explicado y con los que Mariano aborda la figura de Clarín y de tantos otros. Se caracteriza principalmente por dos rasgos: es un discurso subalterno y es un discurso reactivo.
El primer aspecto, su carácter subalterno. Se orilla la ideología dominante, pero, a la par, no constituyen una oposición absoluta a ella. Se da en este sentido una dependencia temática, en el caso del pensamiento moderno un solo asunto: Sujeto de derechos. Existe una dependencia respecto a la validez, pues se emplean los mismos criterios que el discurso dominante, aquí se echa mano de categorías tales como teoría del conocimiento o epistemología y, por último, existe una dependencia respecto a la función que cumplen tales discursos. Triple dependencia pues de la ideología dominante.
En segundo lugar, el discurso es reactivo. Se enfrenta a lo exterior, que se considera un factor extraño, heterónomo, antinatural si se quiere, un elemento que azuza el pensamiento, que lo convierte en una práctica necesaria y explícita.
El pensamiento crítico requiere de un intelectual crítico. Una figura que se construye mostrando sus extremos. De una parte Hume que alaba a los “honrados caballeros” que se dedican a “sus quehaceres domésticos” y se “divierten en esparcimientos corrientes”. Habría que insuflar a nuestros filósofos de esta “mixtura terrestre, ingrediente que por lo general es muy necesario”. Mientras a una imaginación fogosa se le permita entrar en la filosofía, nunca tendremos principios sólidos. Hume pretendía quemar toda su obra y sacralizaba lo evidente. Pretendía aniquilar los monstruos de la razón para devolverla pulida y lisa, casi roma y resbaladiza, al campo del puro sentido común. Recientemente, Marv Waterstone siguiendo a Kate Crehan ha definido tal término:
«las verdades del sentido común no son complicadas de entender y no necesitan de pruebas para que las aceptemos. Todo el cuerpo social está conforme con su verdad y cualquier persona de inteligencia media enseguida la ve».
La importancia de tal noción para el liberalismo y el capitalismo es más que evidente. En este mismo extremo, se sitúa también Comte, quien habría unido filosofía y política, lo que supondría “una capitulación del pensamiento ante lo existente”.
Frente a ellos, emerge la figura del philosophe de la Encyclopedie, una persona que no se oculta en la profundidad del mar ni en lo más denso del bosque. El filósofo de la Enciclopedia está próximo a la experiencia del hombre medio, no busca la arcadia ni la retirada del mundo como Kierkegaard. Clarín, está en terreno de nadie, como buen pensador crítico, es un hombre atado a la vida real, que sabe cuánto cuesta un café. En una carta a Galdós de 13 de junio de 1888, citada por M.M., escribe:
«Trabajo sin fe ninguna; únicamente me gusta la cosa mientras estoy escribiendo, pero a la media hora me parece una grandísima bobada. Yo no soy novelista ni nada; nada más que un padre de familia que no conoce otra industria que la de gacetillero transcendental».
Y, de otro lado, los Holzwege, los monstruos de la razón, el ansia de lo absoluto, la “leyenda de Dios”, la muerte. Mariano de nuevo lo expresa con justeza:
«Cuando alguien afirma, como hace Clarín en Un discurso, que el tema religioso es fundamental porque, de no plantearse deja sin salidas el problema esencial de que vivimos para morir, parece obvio que la muerte ha pasado ha ser la única referencia posible de todo discurso y de toda práctica».
Así que, de un costado, Vetusta a lo Freud, como “Komprension, Unifizierung, Verdichtung” de la lógica del mercado, del egoísmo que tan brillantemente explica Clarín en El pecado original (el científico que busca el elixir de la inmortalidad pero que para ello requiere las células de todos para inocularlas a uno solo y lograr que el y su descendencia sean inmortales) y de otro, Dios, la muerte. El Pensamiento crítico siempre se mueve en la Angustia de la Mediación, ni nihilismo positivista ni fatalismo. Se trata de no claudicar ante al fatum. De convertir la heteronomía en acción pedagógica, es decir, de reformismo. Así que en Clarín afirma Mariano:
«Más que una rectificación o un regreso, existe una progresión hacia la madurez de una contradicción que siempre estuvo existente».
Entre los cuernos de esa disyuntiva Clarín tiene buenas compañías. Se aborda por el ejemplo el pensamiento de Dorado Montero, de Azcárate o de Kierkegaard, al que Mariano sitúa con razón como final del pensamiento crítico. Mención especial merece, por la profundidad de sus reflexiones, la obra de Rousseau, porque se independiza incluso de la lectura de Althusser quien se centraba en el contrato social, en las paradojas que este generaba y sus posibles soluciones encadenadas. Mariano, sin embargo, también subraya los aspectos menos atendidos del ginebrino, a saber: su emotivismo, su carácter prerromántico, abierto al sentimiento como se plasma en su Nueva Eloísa. La cita de Paolo Pascualucci que M.M. incorpora al cuerpo del texto es concluyente: “La época de la seguridad burguesa no pudo ser sustancialmente impermeable a la búsqueda dramática de lo absoluto implícita en la especulación de Rousseau”. Con razón ha advertido Lydia Vázquez en la espléndida introducción que precede a la edición de Cátedra de Julia o la nueva Eloísa que el contrato social y los otros escritos políticos de Rousseau solo se entienden adecuadamente si no se pierde de vista el sentimentalismo de esta novela de la que el propio autor recelaba. Pensamiento crítico como categoría historiográfica, como categoría iusfilosófica. He aquí la dovela clave de Hipótesis sobre Clarín. Y esto escrito con una vieja Olivetti que se consume al sol en un anaquel medio vacío. Con esos artefactos, a principios de los ochenta, los “filósofos del derecho de pata negra”, perdón por la ironía, se dedicaban a otras cosas; bien seguían replegados dándole vueltas al Derecho Natural que ahora comenzaban a denominar crípticamente “Teoría del Derecho”, bien trataban de construir una historia idealizada del pensamiento jurídico que justificara una socialdemocracia tutelada por el gran hermano teutón, pero teóricamente construida a través de la doctrina italiana. Hubo excepciones. A la vista están. Y de una de ellas acabo de hablar. Mariano no solo fue un catalizador cultural. Fue un filósofo, un jurista con una obra original, valiente y sería. Escrita con mimo, en cuadernos y a máquina de escribir. Por “una suerte que no quiero entender”, como dijo el clásico, fue mi maestro, mi amigo.