Las cosas que hemos visto con Mariano

Javier Benítez Láinez

Tres poemas de Mariano Maresca

Tengo un amigo que pinta soldaditos de plomo. Lleva más de 30 años dedicado a ello, e incluso ha transformado el garaje de su casa en el espacio donde las miniaturas reproducen batallas legendarias, o están siendo pintadas en ese momento, o esperan pacientes su turno para pasar del blanco a los colores del ejército que corresponda. Incluso tiene muchas piezas que ni siquiera ha tenido tiempo de sacar de los paquetes.

A nuestro amigo Mariano le pasaba algo semejante con los cuadernos, libretas y diarios. Le encantaba pararse en alguna de las tiendas de la ciudad donde sabía que se vendían esos objetos; o los compraba cuando viajaba; o se los regalaban. El caso es que los conservaba todos y, como mi amigo con los soldaditos, algunos los completaba, otros los usaba para una sola idea, o los dejaba a medias o simplemente ni los comenzaba. Tras su fallecimiento, hacer un inventario de sus cosas ha sido como vencer a la muerte y ordenarla: una caja mediana de cartón repleta de cuadernos sin estrenar, con el blanco plomo de sus páginas, es su obra inacabada.

Con todo es obvio que Mariano disfrutaba de la palabra escrita y que le encantaban los manuscritos. Los propios y los de sus amistades. Han aparecido manuscritos de libros de poetas, intercambios epistolares, u originales mecanografiados como el de Los pacientes del doctor García, de su gran amiga, la también añorada Almudena Grandes. Y, por supuesto, también han aparecido manuscritos con textos propios de Mariano, publicados o inéditos. Y entre los inéditos una selección de poemas suyos escritos entre 1965 y 1968, de la cual algunos habíamos oído hablar por boca de nuestro amigo, pero que no habíamos leído. La selección viene “precedida de unas elementales, pero necesarias explicaciones” que es toda una declaración de intenciones en la que encontramos presupuestos poéticos que 15 años más tarde serían desarrollados por el movimiento La otra sentimentalidad. Entre los poemas del libro hay una elegía a la muerte de su madre, escrita en tres partes, con un tono, ambiente y estructura muy elementales y sin métrica alguna, pero que podríamos leer, de algún modo, como la antesala, una década antes, al poema Coram Pópulo, del libro Troppo Mare de Javier Egea, uno de los poemarios esenciales de La otra sentimentalidad

Comparto la “Elegía” de Mariano porque él mismo la consideraba un “poema acabado”, como podemos ver en sus explicaciones de las que también publicamos un extracto.

El criterio de selección seguido para entresacar de cada cuaderno de poemas alguno que pudiera ser significativo, ha sido distinto según los casos. He elegido los que he visto más enraizados dentro de mí. Si están aquí, es porque creo sinceramente que fueron escritos desde dentro ya que son entrañablemente míos. Lo que necesitaba escribir era muy ambicioso, y sentí el apremio de la palabra estricta, pobre, estrecha, que quise enriquecer con un uso especial de la sintaxis y sobre todo con un encabalgamiento de ideas que les diese cierto clima rítmico.

En pleno verano de 1965 -cuatro de agosto- murió mi madre. Este acontecimiento desató en mí más de un caudal que aún hoy circula por mis adentros. La ELEGIA fue elaborada lentamente. No me importa decir que los tres poemas seleccionados me parecen realmente acabados, sobre todo el primero, AHORA… Cuando los he intentado corregir no he encontrado un espacio por el que entrar en ellos. Sus palabras me han parecido como engastadas con buril en un bloque macizo. (El poema) NO PALABRA O IMAGEN quedó, en una reunión de la que luego hablaré, como el mejor de mis poemas. En el tiempo de ELEGIA persiste el halo espiritual: basta ver los versos finales de LA PIEDRA SE ME HACE.

Una evolución mía absolutamente cierta quedó recogida en estos poemas, en los que ya aparece el «nosotros», referido incluso a grupos determinados («nosotros tenemos ideas claras”). ¿Cómo fue esta evolución? Supongo que influirían nuevas amistades, nuevos problemas, el simple paso del tiempo. Entre esos nuevos problemas estaba el de la poesía. Por primera vez entonces me planteé la necesidad de pensar sobre mi poesía, incluso sobre el mismo hecho de que, de vez en cuando, yo cogiera la pluma y escribiera poemas. A esto contribuyeron unas reuniones de poetas amateurs. En aquel grupo estaba Juan Carlos Rodriguez Gómez que ya ha publicado algo. Leí una selección que no recuerdo muy bien. Los poemas gustaron, pero fui enormemente criticado porque -decía Juan Carlos- mis escritos eran lo suficientemente serios e importantes como para hacerles también una crítica seria, en vez de despacharlos con un «está bien…”. Si hubiese seguido en aquel grupo, probablemente hoy mi poesía sería más consciente. Lo abandoné porque a esa hora tenía que asistir a unos encuentros espirituales. Salí perdiendo en el cambio.

Esta página esta tan viva hoy como cuando la escribí, vive en el fondo de todo lo que pienso y hago. Lo único cierto que sé de ella es que ella soy yo. ¿Cómo será la poesía que escriba desde ahora? ¿Volveré a escribir poesía? No lo sé, ni es cosa que ahora importe demasiado. De todas formas, «Dios dirá, que está siempre callado».

Almería, a ventiocho de septiembre de mil novecientos sesenta y ocho.

Mariano Maresca

Y terminan estas EXPLICACIONES con una nota. “Al decir «poética» no uso el término en su sentido estricto. Para mí, Poética es tomar café con leche si en ello se pone el alma”.


TRES POEMAS

I

Ahora que amanece otro sol,
Ahora que este sillón está vacío y
Ahora que la tierra se cierra para siempre.
Ahora que su cuerpo yace postrado en serena sonrisa,
Ahora que uno dice "parece que respira" y
Ahora que los ruidos son menos, o son otros.
Ahora que es verdad la pesadilla,
pero ahora que no es pesadilla del todo, porque
Ahora los besos son más, o son otros.
Ahora que son veintiún día de muerte, o
Ahora que la edad cuenta por veintiún día de vida.
Ahora que las lagrimas se pararon ahí dentro,
Ahora que los ojos no tienen cuerpo que mirar, porque
Ahora el cuerpo no existe, sino un olor, una silla, una lápida.
Ahora que ella ha muerto,
no tengo cauce, ni metro, ni rima.
Sólo acento que lo inunda todo: rima, metro, cauce,
y que matiza las flexiones hondas de mi voz partida.

I I

No palabra o imagen.
El sentido total es lo que quedó sin ti.
Ni el minuto ni la hora.
Es Tiempo lo que se detuvo ante ti.
Tampoco día o noche.
Sino la luz, que se siente inútil sin ti.
Ni tierra, ni mar, ni cielo,
Que ahí está el universo, mudo de ti.

I I I

La piedra se me hace escala,
la piedra que nos separa
y que te tapa mi cara
no te lleva de mí.
Se me vuelve timón la letra
Que me arrastra sin meta
a una visión completa
posible ahora sin ti.
Y es que lo que me dice tu serenidad postrada
son palabras tejidas en otras moradas,
los verbos de un camino inconsciente
entre la Patria, el Rey -un camino ardiente-
y lo poco que todos sabemos de ti.

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