Ana Pérez Gallego
No te quedes con las ganas, grita: duele
(Mala Rodríguez)
CRUSHES
Perdón por no ser Emma Stone
y las demás mujeres a las que nunca llegaré a parecerme.
¿Cómo ser Audrey Hepburn,
cómo ser Scarlett Johansson,
cómo ser todas a la vez?
Mientras yo me arranco la piel a tiras,
Emma Stone está frente a algún espejo en algún baño
de alguna suite de Los Ángeles
queriendo ser Uma Thurman.
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Al final amar es eso:
llegar a casa tarde y ver la luz del cuarto encendida
y a ti dormido mientras el ordenador reproduce
el décimo capítulo de cualquier serie.
Es tomar el sol en la terraza el domingo
entre nuestras sábanas colgadas
y escucharte a lo lejos cortando verduras
porque hoy comemos sopa.
Es hablar de ti quizá demasiado
(aunque nunca suficiente),
verte en el fondo de mi copa de vino,
cancelar mis planes cuando te pones triste,
pedirte que te quedes un ratito más
para que repasemos con los dedos todos nuestros tatuajes.
Es dibujarte de memoria,
recordar la chispa que se enciende en tu mirada
cuando es lunes, y es tarde,
y ponemos tu película favorita.
Me gusta pronunciar tu nombre al oído
como quien invoca a un dios,
con la cadencia suave de aquel que no tiene prisa.
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Hoy te has vuelto a dejar la camisa.
El otro día pensé que fue casualidad
pero hoy te la has vuelto a dejar
encima de mi cama,
donde hemos dormido tantas veces
sin que nadie lo supiera.
Ahí está, como la prueba
de un crimen atroz:
El día 29 de junio de 2019,
a las 18:30 horas viniste a mi casa,
nos abrazamos toda la noche
y hoy te has dejado la camisa
Pull and bear, talla L, blanca, sin mangas,
tu camisa de trapero de las rebajas del verano pasado.
Nunca dejarán de parecerme tiernos tus gestos,
la despreocupación con la que te levantas, medio dormido,
y te vas corriendo dándome solo un abrazo,
porque en el fondo sabes que volverás a por ella,
que volverás a dejártela,
que esto no es el final,
que nos quedan aún muchas noches
de dormir abrazados en esta cama.
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VACIAR CHAT
Hay ciertas noches en las que elijo
la tortura del paseo por las fotos de la galería
donde encuentro a esas personas
que parecen mirarme y decir: ya no.
Quiero contarte que estoy mejor,
que sigo en pie peleando sola.
Esta semana ha llovido mucho,
he descubierto a Sufjan Stevens
y he querido escucharlos contigo;
También he querido hablarte
de que los poemas suenan distintos según dónde los leamos
y de que he estado pensando en la importancia del lenguaje
-que no te engañen: hay algo subversivo
en escribir en femenino-.
Cuando te vuelva a ver y nos abracemos
en una despedida que dure demasiado
no podré evitar derramar una lágrima,
irme escuchando el disco más triste
y llenar esta libreta de borrones.
Me duele saber que ya no estás dispuesto
a recorrer conmigo este camino,
pero más me duele darme cuenta
de que yo tampoco.
Aquí sigo, ordenando estos versos sin sentido
escritos en la huída, o entre lágrimas,
o en el metro, o en el baño de la discoteca,
pero siempre en una nota del móvil.
Actualizo y me encuentro con tu foto.
Hoy tengo mil cosas en la cabeza
y no sé por qué, no paro de pensar en Timothée Chalamet
llorando frente a aquella chimenea.
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BUENOS DÍAS, BUENAS TARDES Y BUENAS NOCHES
Hay días tristes en los que me cuesta salir de casa
y enfrentarme a esta vida de espera
de caras cuadradas y ojos brillantes en el metro,
de pagar fianzas y soñar con un piso de dos habitaciones
al que llamar casa;
de mirar el catálogo de Netflix,
borrar aplicaciones para descargar otras,
ir de excursión a Ikea,
gastar el dinero que no tenemos
en un 3×2 en maquillaje, en el cine los miércoles,
en un vuelo rebajado a Bruselas.
Por eso quiero confesarte lo mucho que me gusta
parar un rato entre tanto caos
para salir al balcón a hablar contigo
-la pareja de enfrente está ya en el salón poniendo su programa-
y echarte en la boca el humo del sexto cigarro del día.
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Ana Pérez Gallego (Badajoz, 1997)
Hace unos años las hermanas Wachowski dijeron que el arte es amor hecho público, y dejaron claro que para ellas cualquier manifestación de arte surge de un sentimiento fuerte que necesitamos poner en común. Para mí esa definición ha tenido muchísima relevancia tanto en mi poesía como en mi predilección por determinados autores que de alguna manera siento que han sabido dejar una huella que va mucho más allá de lo literario. Yo creo que Javier Egea está siempre escondido detrás de los versos de cualquiera que haya pasado por esta ciudad. No sé si me quedo con su forma de transmitir el dolor o la que tiene de transmitir el amor; supongo que muchas veces en su poesía ambas cosas se encuentran. Tengo claro que Egea me ha influido no tanto como poeta o como filóloga, sino como persona que se enamora, que sufre, que camina por las calles de Granada con mil pensamientos en la cabeza, que espera en una plaza, porque todas las plazas tienen olor a espera, y que se encuentra a sí misma no solo en otros versos, también en una película o en un disco. Su poesía me hace sentir que a veces podemos compartir la soledad, que amar es un acto político y que quizá el dolor sea el sentimiento más común a todos los seres humanos.
