Dos preguntas a Juan Marsé

Lorenzo Aguilar Pérez

Extracto de la entrevista a Juan Marsé por Lorenzo Aguilar Pérez. Tener una historia y contarla en Olvidos de Granada número 13, pág. 79-85, Granada, 1986.

-El planteamiento de tus novelas ¿parte de un proyecto concreto, sistematizado, de una idea que te surge?

–Normalmente, parte de una imagen. Yo tengo recuerdos, imágenes de cosas tal vez vividas, pero no forzosamente. Puede ser también una historia o un hecho que me hayan contado, o a lo mejor absolutamente nada, son historias que te acompañan y que te obsesionan. La posibilidad de constituir una historia interesante con ese material puede partir de unas imágenes o unos deseos personales, naturalmente, la universitaria rubia y rica es un sueño personal. Luego están los tipos que de alguna manera no me representan a mí, pero sí a una clase a la cual yo soy afín, y a los que tenía que dotar de un atractivo personal, porque si no están perdidos: encima de pobres y analfabetos, si no los haces atractivos no se comen una rosca. Al final, todo eso surge con unos deseos personales míos y mi propia mitología erótica. Tomemos el ejemplo de un paseo por la ciudad, una escenografía que yo conozco, que me gusta; todo eso se combina de repente en unas imágenes que constituyen una historia, pero nunca una idea. Yo nunca me digo: voy a escribir ahora una novela que trate de los amores imposibles de un rufián de barrio, xarnego, enfrentado con la sociedad catalana, o no enfrentado sino intentando integrarse en ella, y de una muchacha progresista, universitaria, romántica, guapísima. No, no trabajo así; las ideas vienen luego, al manipular ese material, esas imágenes mías, ese mundo personal, y al mitificarlo se empiezan a establecer correlaciones. Ese es el momento peligroso, porque es cuando la novela corre el riesgo de que la carga conceptual devore la vitalidad directa que, para mí, debe tener siempre un relato. Los personajes que se levanten han de ser de carne y hueso, que vivan y se muevan, y que conforme se muevan y hagan cosas el lector establezca sus propios puntos ·de referencia y todas las significaciones y consecuencias del orden que quiera, religioso, sociológico, político, intelectual, erótico; pero yo no trabajo sobre un esquema, premeditado y fijo, solamente trabajo sobre un plan pura y llanamente narrativo; procuro ordenar ese material, porque si no es un caos mental del cual no sales nunca; me hago una especie de guion, en el primer capítulo contaré cuando alguien le habla a él de que yendo se encuentran, en el segundo cuando se separan y en el tercero cuando alguien le habla a él de que yendo allí encontrará … es decir, un plan de trabajo puro y simple. Normalmente antes de concluir el libro he hecho tres, cuatro o cinco de esos planes, porque afortunadamente una novela se complica e impone sus propias leyes y me obliga a modificar continuamente el primero.

– Pero especialmente en Un día volveré, el espacio temporal es imprescindible, tanto como el espacio urbano.

–Es lo que he dicho antes; que me gusta fechar las historias, aunque no estoy seguro de que sea absolutamente necesario. En el caso de Ronda…, la fecha es el 8 de enero y no otro día, porque es el día que se firmó la rendición de Alemania, y eso comportó automáticamente a Barcelona, no sé en otras ciudades de España, una especie de euforia pasajera en los círculos progresistas y republicanos acerca de la posibilidad de que los aliados vinieran a España, de lo cual se habló muchísimo. Entre otras cosas, pocos años después hubo un intento de invasión de comunistas por los Pirineos. Si no llega a ser por eso, si es un día cualquiera, normalmente no me importa que sea el 8 de mayo u otro día. Pero evidentemente es la posguerra. ¿Por qué? Porque ese policía, esa forma de represión (aunque actualmente se puede dar), aquella niña y todo aquello, para mí es un clima moral que salía de aquella época, que se correspondía exactamente a la posguerra; por eso le pongo esa fecha, no hay otra razón. En cuanto a Si te dicen… , ocurre lo mismo: aquella infancia en las calles, la violencia mitificada, los niños inventando mentiras, la resistencia, la guerrilla urbana en los cuarenta, (la rural se prolongó hasta el año sesenta y tantos, pero la urbana no) pertenecen a ese momento, y hay que ser fiel a esto; yo no puedo poner guerrilleros urbanos en una época en que no los había; de alguna manera, estoy limitado, aunque todo es ficción y la inventiva puede ser enorme y debe serlo, pero hay unas ciertas limitaciones que te marcan la época, el país, etc.

Comparte

Deja un comentario