Un año de fusión.
Antecedentes y crónica
El día 2 de julio de 2017 se cumplió el aniversario de la llamada fusión hospitalaria, que supuso la unión funcional a nivel de gestión administrativa, así como la reordenación de la cartera de servicios de los servicios sanitarios y sus profesionales de los dos principales hospitales de Granada. Como consecuencia de todo esto se desencadenaron una serie de cambios vitales, sin precedentes conocidos, tanto para los ciudadanos como para los profesionales sanitarios de la provincia de Granada. Transcurrido ya el primer año se puede afirmar, y no hay datos oficiales que avalen lo contrario, que no ha supuesto una mejora para los ciudadanos ni tampoco para el personal sanitario, más bien al contrario. Aunque hay que decir que si bien abundan las experiencias negativas también las hubo positivas, como las derivadas de la unión de muchos profesionales que hemos sido capaces de adaptarnos para construir una experiencia positiva dentro del caos organizativo, e incluso, se puede afirmar que ha supuesto una mejora en la accesibilidad al sistema sanitario para algunos sectores de la población.
Desde los años noventa del pasado siglo se venía valorando la forma de mejorar y actualizar las instalaciones del más que vetusto Hospital Clínico, adaptando estas a los tiempos actuales. Tras muchas valoraciones acerca de la mejora de dichas instalaciones, se llega a la conclusión de que lo mejor sería construir un nuevo Hospital Clínico. Finalmente este se proyectó en los terrenos de lo que hoy se conoce como Parque Tecnológico de la Salud (PTS), junto a otros centros para diversas actividades dentro del ámbito de la salud. Este era el plan hasta que llega el año 2008 cuando el mundo occidental, con Europa y España en particular, entran en un periodo de crisis económica extraordinariamente dura que nos conduce a una política radical de recortes. La educación y la sanidad serán las áreas que más acusadamente los sufran.
Llegados a este punto, allá por el año 2011-2012, a alguien en la Consejería de Salud se le ocurre la “brillante idea” de que una buena forma de ahorrar costes sería poner en marcha una serie de fusiones de las grandes áreas hospitalarias andaluzas. Esta idea se nos venderá a la población andaluza como uno de los mejores caminos hacia la modernidad y eficiencia de la sanidad. Se supone que se contaba con el aval de un estudio sobre la mejora que nos iba a aportar esta fusión hospitalaria y, que sepamos, este nunca se hizo público. Íbamos, según el merchandising político, a alcanzar el nivel de los sistemas sanitarios más punteros. Pero a nivel interno, lo que realmente se perseguía con esta fusión era un expediente de regulación de empleo (ERE) del que ahora se están cuantificando las cifras. Sumada a este la externalización de cada vez más servicios, se persigue ahorrar en los costes del sistema sanitario para alcanzar las cifras exigidas en los presupuestos. Pero desde luego, sin duda, finalmente dicha medida nos saldrá cara a los verdaderos financiadores de lo público: los contribuyentes.
Sabíamos que se iba a trasladar el nuevo Hospital Clínico a la zona del Zaidín, y nadie levantó la voz contra esta idea porque en esencia era buena. Con ella se acercaba el hospital a los ciudadanos que atendía por su área de influencia (zona sur de la ciudad y provincia). De paso se solucionaba la injusta concentración de hospitales en la zona norte de la ciudad. Suponía una buena noticia para los profesionales del clínico que contarían con mejores medios, pero los verdaderamente favorecidos serían los ciudadanos, por razones tan obvias como cercanía y accesibilidad desde su residencia.
Como ya sabemos, los seres humanos somos animales de costumbres. Los cambios generalmente nos provocan sensación de estrés y malestar. Nos gusta tener la sensación de controlar nuestra vida y nuestro entorno. Por tanto, la incertidumbre nos hace infelices. Los profesionales nos encontramos en un día cualquiera, de esos en los que cada cual desempeña su labor habitual en la rueda del sistema sanitario. Tú que eres habitualmente ajeno a las decisiones que toman los cargos políticos allá en la cercana y a la vez lejana Sevilla, un día te levantas con la noticia sobre la decisión de que lo que iba a ser el traslado del Hospital Clínico a sus nuevas instalaciones del PTS, se convierte como por arte de magia política en la fusión de los dos grandes hospitales de Granada. Te llegan los primeros rumores de pasillo, esos que corren de boca en boca por las distintas unidades del hospital y viajan más rápido que la luz. Sabéis que han decidido el traslado de traumatología al PTS. Que si nos vamos a fusionar con el clínico. Que unas especialidades se quedan en la zona de Caleta y otras pasan al nuevo PTS. Que no jodas, eso son chismes, no me lo creo. Que me lo ha comentado tal persona cuyo primo tiene un cargo en los Servicios Centrales de Sevilla…. Y claro, como trabajador empiezas a pensar, si es cierto, en cómo te afectará a ti. Los rumores se van convirtiendo en noticias más o menos oficiales, eso sí dentro de un proceso lleno de oscurantismo de principio a fin. Personalmente gozo de una situación privilegiada al ser representante de mi área quirúrgica en la Junta de Enfermería. Esto me permite estar algo mejor informado que el resto, aunque sea con cuentagotas. Aun así, las incertidumbres superan a las certidumbres, y hay más dudas que información.
Cuando se confirma de forma oficial y definitiva que habrá fusión hospitalaria, entre los profesionales todo son dudas sobre la viabilidad y utilidad del proyecto. Se realizan preguntas a los distintos órganos de gestión hospitalaria con respuestas cuando menos ambiguas y nada clarificadoras. Y claro, llega el momento del traslado y todo lo que se podía hacer mal, no tengáis duda, así se hizo, mal.
- Lo conveniente era hacer reuniones entre los profesionales de los distintos servicios que se unirían en el nuevo hospital para la búsqueda del consenso, y por supuesto, así no se hizo. Solo se reunieron algunas personas que estaban en la gestión sin contar con los profesionales.
- Era adecuado que los profesionales dieran su opinión sobre el nuevo espacio de trabajo como es lógico, y por supuesto, así tampoco se hizo. Solo visitas testimoniales al nuevo centro, más que otra cosa, para satisfacer la curiosidad de algunos, y eso fue todo. Salvo las visitas sistemáticas y unilaterales de gestores sin contar con profesionales.
- Se convocaron reuniones de algunos grupos de trabajo compuestos por expertos profesionales en los distintos aspectos de la organización hospitalaria, para proponer mejoras sobre la futura fusión. Y aquello nunca se tuvo en cuenta para nada, y ante todo parecía ser una maniobra de distracción para hacer que nos sintiéramos parte de la decisión. Desaparecimos del proceso y se quedó solo el personal de confianza, o sea, los que estaban en puestos de gestión. Después solo oscuridad.
- La gerencia dijo que se harían sesiones informativas regulares sobre los avances de la fusión hospitalaria por los distintos centros, y se hicieron. Pero nadie salía de ellas con sus dudas resueltas.
La gente y organizaciones se movilizan, incluso se realiza una consulta informal, tipo referéndum, a los profesionales del hospital clínico sobre la aceptación de la fusión hospitalaria, cuyo resultado es el voto del 70% de los profesionales, con un resultado de un 98% en contra de la fusión. Ni caso. ¿Alguien creía que con estos antecedentes la fusión funcionaria? Pues sí, unos pocos, todos los interesados en que esto se llevase a cabo. ¿Intereses? Ellos sabrán.
Llegamos al nuevo hospital, allá por el fatídico día 2 de julio de 2016 y, con estos antecedentes, sucede lo que tenía que suceder.
- Profesionales de base y gestores que entramos en cuadro de confusión aguda. Faltan materiales necesarios y están mal organizados. La mejor ergonomía brilla por su ausencia. Nos intentamos sobreponer porque está en nuestra propia naturaleza.
- Choque entre formas de trabajar, algunas asperezas en las relaciones a las que, en su mayoría, nos logramos sobreponer. La bondad y adaptabilidad humana a veces no conoce límites. Pero eso no impide que algunos profesionales nos sintamos víctimas de un experimento sociológico tipo Gran Hermano, en el que nos sueltan en un hospital y nos ponen pruebas de superación, plagado de cámaras ocultas que nos vigilan y analizan 24 horas al día para el nuevo reality show. Es la única explicación a la que le encontramos algo de lógica.
- Problemas estructurales y de construcción, goteras de las obras, normales en cualquier edificación nueva. Pero llueve sobre mojado, y todo se exagera.
- Parches de mala gestión a problemas de sobrecarga asistencial de algunos servicios como las urgencias entre otros. Estos no pasan de ser chapuzas sin sentido que igual llegan, que se van al limbo del olvido.
- Respuestas de los gestores al más puro estilo del cura de pueblo. Tened paciencia hijos míos que todo se irá solucionando, vamos que el tiempo lo cura todo. ¡Qué grandes gestores! Lo importante parece que no era planificar con antelación ¡De locos! Los cargos directivos seguramente desbordados, pero en su papel de callar y otorgar, el que se mueve no sale en la foto.
Se organiza, o más bien, se acentúa la resistencia contra dicha situación, tanto a nivel individual por personas como Jesús Candel (Spiriman) con su efecto viral en redes sociales y la capacidad de movilización, como a nivel colectivo por asociaciones contrarias a la fusión hospitalaria existentes previamente, y otras que se van constituyendo o sumando durante este periodo. Los profesionales que trabajan o han trabajado, en sitios donde han conocido temas dudosos de gestión, pierden el miedo a hablar, ayudados por la fuerza de una sociedad harta de sufrir las dificultades organizativas del sistema sanitario. Crece exponencialmente el movimiento contrario, con manifestaciones cada día más masivas que conducen a una pérdida de papeles por parte de cargos sanitarios. Comienzan los ceses para intentar acallar la protesta, a modo de cortafuegos, y que conducen finalmente a la marcha atrás de un proceso de fusión, que nos salió caro y nos saldrá a final aún más caro. Para volver finalmente al punto de partida del que nunca nos debimos de mover, al menos no de esta forma.
Pero más allá de lo negativo, puedo afirmar que para muchos, a nivel profesional, la experiencia ha sido en muchos aspectos positiva. La capacidad de adaptación y aceptación que tenemos las personas a nuevas situaciones no conoce límites. En nuestro caso (el servicio de reanimación del PTS), tras un inicio caótico en la organización y de diferentes opiniones sobre lo que es correcto entre profesionales, nos hemos adaptado los unos a los otros y puedo afirmar que hemos confraternizado de una manera admirable. Seguramente, tras la llamada des-fusión hospitalaria, muchos profesionales tendremos una sensación de pérdida y nos echaremos mucho de menos, pero lo importante de esta vuelta atrás será la mejora en la accesibilidad de los ciudadanos al sistema sanitario público.
Pablo Lara