Olvidos de Granada nº 9

Álvaro Salvador

En 1985 Olvidos de Granada aumentó considerablemente su volumen, abandonando el formato de periódico y abordando el de revista, lo que se acentúa especialmente por el destacado dibujo de portada, que a partir de aquel número se hará una constante. Álvaro Salvador revisa aquel número del verano de hace casi treinta años, comenzando por la Plaza de la Romanilla, que sufrió entonces importantes modificaciones.

Verano del 85

Sería difícil hacer hoy en día un número como el número 9 de Olvidos de Granada, cuya salida estaba prevista para el verano de 1985 y, creo recordar, que no apareció hasta unos meses más tarde. Casi treinta años. ¿Qué hicimos en el verano del 85? Recuerdo que viajé a Brasil, Uruguay y Argentina en donde permanecí durante todo el mes de Agosto. No fue ciertamente un verano en Granada. Sin embargo, puedo identificarme con algunas de las preocupaciones que se reflejan en el número de Olvidos.

Por ejemplo: la plaza de la Romanilla. Por entonces, esta plaza fue el último de los desaguisados urbanísticos que se perpretaron en nuestra ciudad y así lo denunció Olvidos en un suelto editorial, en un artículo de Eduardo Quesada y en una historieta del grupo G.E.L. En ellos se afirmaba que la plaza era el producto del fracaso de un diseño que, por cierto, su autor, el arquitecto Antonio Campos Baeza (de quien tendríamos que sufrir otros horrores años más tarde) intentó trasladar de un proyecto exitoso de Almería a Granada. El adefesio de la plaza ha quedado como tributo a la resignación granadina y su caótica disposición se vio coronada por el afán decorativo de otro alcalde, Gabriel Díaz Berbel, quien colocó en ella una de las esculturas más horrorosas con las que había pretendido hermosear la ciudad, afeándola sin remedio: el famoso “Aguador”. En el mismo número aparece un artículo dedicado a otro de los símbolos culturales de nuestra ciudad, Federico García Lorca; artículo en el que Mario Hernández intenta aclararnos la génesis y trayectoria de los llamados Sonetos del Amor Oscuro, aparecidos muy poco antes en sus dos ediciones, clandestina y oficial.

¿Hablaría hoy, noviembre de 2014, Olvidos de Granada de la plaza de la Romanilla? Sin duda no lo haría en los mismos términos. Porque de entonces a hoy, y olvidando como en tantos otros lugares la destrucción del paisaje urbano local, la plaza ha albergado otro de los que pretenden ser lugares icónicos de la cultura de la ciudad: el Centro Federico García Lorca. Efectivamente, la ubicación de esa institución en esta plaza ha venido a solucionar arquitectónicamente uno de los lugares más conflictivos y afeados de la configuración artificial de la plaza: la esquina situada en su lado oeste, justo enfrente de la silueta de la torre de la Catedral, en la que durante un tiempo y de modo provisional estuvo situado el Mercado. Recuerdo cómo alguien muy cercano a la Fundación García Lorca, al decidirse que finalmente sería construido allí el Centro, sugirió que sería muy interesante aprovechar la obra para remodelar también la plaza. Pero la obra se finalizó y la plaza no se remodeló. Bueno, se finalizó, pero no se inauguró: hace más de tres años que el Centro está acabado y, sin embargo, no puede inaugurarse porque falta el presupuesto necesario para poder rematarlo, amueblarlo y abrirlo. Quizá este sería un buen tema del que podría ocuparse hoy el número 9 de Olvidos de Granada, y en cuyo artículo podríamos englobar dos de los temas incluidos en el número antiguo.

No obstante, el número 9 de Olvidos de Granada no se redujo, como era de esperar, a estos temas. Al margen de las secciones habituales de reseñas, historietas, colaboraciones literarias, etc., el número, que ciertamente parece un número doble, recoge una serie de trabajos muy interesantes sobre la posmodernidad, Víctor Hugo, la Generación del Cincuenta (preparando el futuro congreso que organizaría la revista en diciembre de ese mismo año: Palabras para un tiempo de silencio), la ópera, el verano, Jean Fabre, etc., y nuevos temas locales: Julio Juste y Juan Vida en sendas entrevistas, el III Festival Internacional de Teatro, el primer maratón de Fotografía de Granada, y tantas cosas.

De cualquier manera, lo que me llama la atención hoy en día, pasados casi treinta años, es la historieta que cerraba el número en la contraportada. Titulada “Después de la muerte” y escrita y dibujada por Carlos Hernández, es la historia de alguien que camina arrastrando su cuerpo después de la muerte. Una historia oscura, visionaria, muy al estilo de algunos poemas de William Blake y que contrasta vivamente con el ambiente de esperanza y optimismo de la época. Llama la atención, pero también me recuerda que algunos de nosotros, nosotros los de entonces, vivimos una vida, en cierto modo, después de alguna muerte. Esa historieta sórdida, inquietante, tuvo algo de premonitoria y, por supuesto, no podría escribirse hoy en día, al menos de la misma manera.

Olvidos de Granada Nº9

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