Escribir en voz alta, leer en voz baja
Al director de Olvidos de Granada, le entregábamos los artículos escritos a máquina; conservo todavía el original de uno que me publicó la revista en julio de 1986, con la tipografía de mi Underwood y mis correcciones a mano. Luego vinieron los procesadores de textos y ya escribir fue otra cosa. La emoción de corregir en pantalla y no tener que tirar 10 folios emborronados, por artículo, fue para mí tan fuerte como cuando me monté por primera vez en una Vespa. Tampoco existía la Wikipedia ni estaban todavía digitalizadas publicaciones como Triunfo o Tiempo de Historia. La venta telemática era poco conocida en España. Para hacerme con la documentación necesaria para redactar mi trabajo sobre la revista Lecturas del año 1936, tuve que echar mano de la generosidad de mi amigo José Javier León que pasó bastantes horas en los archivos de la Hemeroteca Municipal de Madrid, fotocopiando y microfilmando los números de la revista que me interesaban. El año pasado encontré por internet, en una tienda de viejo de las Islas Canarias, todos los ejemplares de Lecturas del año 36 encuadernados en dos volúmenes al precio de 90 euros. La revista Lecturas de aquella época era el magacín de arte y literatura de la publicación El Hogar y la Moda. Se editaba en Madrid y Barcelona, y se pasó los seis primeros meses de la guerra civil sin hacer la más mínima referencia al conflicto armado. Siguió publicando novelitas, obras de teatro, reseñas y maravillosas fotos de las artistas del cine americano, como si no pasara nada. Algo se adivinaba detrás de una nota de la redacción, aparecida en la tercera página de la revista, en setiembre del 36, en la que se pedían disculpas a los lectores por las deficiencias y economía de materiales de los últimos números.
La revista Olvidos se editaba subvencionada por la Diputación, en manos de los socialistas. Pero no ocultaba, como sí hacía Lecturas, al menos en este número 6 de abril de 1985, los conflictos que ya comenzaban a enturbiar la actuación del gobierno socialista. Porque la vida mancha, y el GAL y Barrionuevo y la gestión de la economía, nada anticapitalista, comenzaban a manchar las esperanzas de la gente en el PSOE y así lo explicaba en lugar destacado de la publicación, Antonio Cazorla en su artículo “Estamos en Otoño”. Y también la viñeta de Rubén que anunciaba la visita de Reagan a España; en ella el presidente aparecía representado por un esqueleto gigantesco que pisaba el mapa de España, ondeando la bandera de USA, y arropado por una constelación de misiles. Olvidos de Granada despareció y Pandora, una publicación de la Diputación dedicada a las mujeres y a la literatura, también desapareció. En algún momento alguien pensó que para qué gastar dinero público en que se metieran con uno o en que no lo halagaran a uno lo suficiente. Y tacharon de elitistas a estas dos publicaciones y canalizaron los dineros que se empleaban en ellas hacia folletitos de propaganda en los que salían los políticos fotografiados por los “barrios extremos” o girando visita a “las mujeres de los pueblos”. En Granada, el Ayuntamiento contaba entonces con una revista municipal de 12 páginas en la que, como hoy en TG7, aparecía constantemente la efigie del alcalde, Jara entonces, Torres Hurtado ahora, atendiendo obsesivamente a los ciudadanos. Sí, eran revistas de un alto nivel de exigencia de calidad y costosas, que tenían como modelos a La revista de Occidente, a Ínsula, Cuadernos para el Diálogo, Triunfo o El Ciervo. Eran publicaciones caras, no porque cobraran los colaboradores, que lo hacían gratis et amore, sino porque estaban editadas con decoro. Los responsables de estas publicaciones tenían que solicitar de “la intelectualidad” proclive, las colaboraciones con la insistencia jaculatoria del “Risicas”, un pobre granadino que pedía a los transeúntes con la letanía: “tengo, hambre, mucha hambre”. Se vivía todavía bajo la creencia de que la cultura era como un sacerdocio. Y los sacerdotes nos habían hecho creer que no cobraban por sus buenas acciones o que el cobro era aplazado. Los colaboradores nos dábamos por bien pagados con que nuestros nombres aparecieran entre los miembros del Consejo de Redacción de las revistas. Hoy tampoco se paga a los misioneros culturales. Y si alguno se atreve a preguntar qué se le va a dar por artículo o por actuación, se le mira como a sacrílego y no se le vuelve a convocar.
Olvidos de Granada tampoco le hacía ascos al comic, al cine, al teatro o a la música de moda. El número que ahora ofrecemos digitalizado, contiene artículos de creación, reseñas de libros, de películas, varios artículos sobre Freud, ensayos y entrevistas tan jugosas como la que Mariano Maresca le hizo al editor, poeta, memorialista y, finalmente, senador socialista Carlos Barral . Un gracioso ha escrito en Facebook: “Yo de chico quería ser escritor, pero leí el Quijote con 11 años y me di cuenta de que ese libro lo decía casi todo y que no era sensato insistir. Así fue como me quedé para vestir el Facebook”. Vestir “la nube”, esa es la aspiración de los millones de escritores que nos han crecido por todas partes y que publican en sus blogs, en Facebook, en Twitter, en Tuenti o en Menéame, esperando que se produzca el milagro, y que las tres visitas que recibe diariamente, un buen día, por mor de la casualidad o de la calidad, se conviertan en millones. Que el último microrrelato que colgaron en su blog se convierta en un microrrelato viral con más visitas que los videos de Beyoncé o de Justin Bieber. La entrevista del editor Barral nos habla de un tiempo en el que, para ser conocido, había que conseguir que un editor leyera tu libro y te lo publicara. Pero Barral, tan descontento como los editores y escritores actuales, cuyas obras, nada más publicarse, se piratean, habla de las estrecheces del editor de los 80 y de las causas de esas carencias, con palabras expertas, fielmente transcritas por Maresca. Odio la palabra ‘imprescindible’ porque, nada más pronunciada, el azar o la necesidad la desmienten; pero Olvidos de abril del 1985, y la entrevista a la que me he referido, si no imprescindibles, si resultan interesantes para el que quiera saber lo que nos ha pasado en estos últimos treinta años con la lectura y con la escritura. Y también con eso que llaman ‘cultura’ y que hoy nadie sabe muy bien lo que es. El escenario es otro, la piratería, las redes, la escritura como terapia…, hablan de un contexto muy diferente del que rodeaba a Olvidos de Granada. Los que escribíamos en la revista pretendíamos escribir como Dios, cuando dios escribió la Biblia, no el “Cantemos al amor de los amores”, himno oficial del XXII Congreso Eucarístico Internacional que se celebró en Madrid en 1911 y que ha servido para que todas las congregaciones de monjas desafinen de forma casi blasfema. Aspirábamos a tocarle con nuestra escritura la médula al misterio y queríamos ofrecérselo al mundo como fruto de progreso y salvación. Buscábamos triunfar y tener exegetas y hermeneutas. Para hacerlo, nos sometíamos o destrozábamos un canon. Escribíamos en voz alta y leíamos en silencio. Hoy, la mediación de la academia o de revistas como Olvidos, ha sido dinamitada. No hay sacerdotes, ni pontífices ni puentes singulares. Y sin embargo, se sigue escribiendo no a voces, sino a gritos. Y se sigue leyendo en voz baja. La confusión es tremenda, pero totalmente esperanzadora, porque escribe más gente que nunca y lee mucha más gente que antes. En cualquier momento, proliferaran revistas como Olvidos, o cosa del genere. Del fondo de la caja de los truenos, siempre emerge la esperanza.
Olvidos de Granada Nº6
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