Sabemos que Poder y Política no son sinónimos, pero hubo un tiempo en que lo fueron, es decir, que el Poder del Estado residía en los políticos. Así sucedió en Italia hasta principio de los años noventa del siglo pasado. Pero la demolición en las urnas y los tribunales de los grandes partidos (entonces el Partido Comunista Italiano y la Democracia Cristiana) conllevó que los jueces y, finalmente tuvo su reflejo en la urnas, pero fue el propio Poder quien determinó su propia mutación,y así cambió el rumbo del país. Basta recordar dónde terminaron Craxi y Andreotti, arrastrados por el peso de las condenas y el desplome de los votos.
Hasta hace bien poco, España y aquella Italia, se parecían: el Poder residía en la Política. Pero ¿no nos encontramos ante los mismos síntomas de mutación que sufrió Italia? Los grandes partidos se hunden en las encuestas, ondean sus trapos sucios, importantes cabezas pasan por los pasillos judiciales, hoy a declarar, mañana quién sabe si a dormir en Soto del Real. El resto de partidos no consiguen dar el sorpasso, ni Izquierda Unida, ni UPyD. El nacionalismo se enroca, en algunos casos envuelto también en prácticas harto sospechosas. La mancha de la vergüenza se extiende por Madrid, Valencia, Baleares, Sevilla, Barcelona.
No hace tanto tiempo, José Luis Rodríguez Zapatero -cuando hizo aquel tímido intento de negar la mayor a Europa- y ésta lo llamó al orden. Abdicó de su empeño y convocó a las grandes empresas a una reunión en el Palacio de la Moncloa. Parece que entonces Poder y Política se separaron. Lo que no sabemos a ciencia cierta es dónde reside ahora el Poder de España. Quizá suceda como en Italia, y esa historia, la conocemos: los nombres van de Berlusconi a Monti, el Primer Ministro que nombró la Troika. Parece que ha llegado el momento en que el Poder, la derecha económica europea, obliga a los cambios.