Abrir los libros

Mariano Maresca

Si dejamos al margen las definiciones con vocación solemne, la literatura resulta ser como cualquier otra cosa que hace el hombre: algo que debiera servirle para su vida y que por tanto está llamada a ocuparse de las tres o cuatro cosas importantes que le pasan. De la felicidad, por ejemplo.

Pero hablar de la felicidad no tiene buena prensa. Las sociedades que pretenden ser más modernas han sometido todo a una banalización absoluta: nos hemos prohibido hablar de esas tres o cuatro cosas importantes para dedicar nuestro tiempo a veinte mil argumentos de bochorno. La literatura, como la política, no debe tener un valor sustantivo.

Cuando un día despertemos de este sueño idiota, tendremos que volver a abrir los libros. La literatura seguirá hablándonos de nosotros mismos, de la felicidad y sus inexplicables caminos, del nada desdeñable heroísmo de vivir despiertos. 

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